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Tendencia con rostro infantil

por Nashieli Ramírez

Cada minuto se registran dos muertes por suicidio en el mundo. Este fenómeno es la tercera causa de muerte en adolescentes a nivel global y también en nuestro país; según la Organización Mundial de la Salud, casi 80 mil adolescentes se suicidan anualmente y al menos 3 millones, en su mayoría mujeres, lo intentan


El suicidio es resultado de muchos factores individuales y sociales, y es sin duda multidimensional y complejo, no en vano Albert Camus lo refería como el único problema filosófico serio. Entre 1990 y 2010, según cifras del INEGI, la tasa de suicidios se duplicó, pasando de 2.3 a 4.5 suicidios por cada 100 mil habitantes; esta tendencia tiene sin duda rostro infantil y juvenil, ya que en ese mismo periodo se multiplicó por ocho en niñas y niños de entre 10 y 14 años (de 2.1 a 17.7) y casi se triplica en adolescentes de entre 15 y 19 años (de 4.9 a 13.6).

Ocho de cada diez suicidas son hombres, sin embargo, en menores de 18 años esta proporción disminuye a seis. El 80% de estos niños y adolescentes viven en ciudades y siete de cada diez lo hace por ahorcamiento. Destaca que el 30% de las mujeres que se suicidan transitan por la infancia o adolescencia.

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (2012) reporta que la prevalencia de intento de suicidio entre adolescentes también ha aumentado, pasando de 1.1% en 2006 a 2.7% en 2012. El incremento es básicamente femenino, ya que mientras en ese periodo la participación de las adolescentes pasó de 1.7% a 4.6%, la de los adolescentes transitó sólo de 0.6% a 0.9%. Otro dato relevante es la disminución de la edad, ya que mientras en 2006 la mayor incidencia se presentaba entre los 17 y los 19 años, en 2012 se ubica entre los 13 y los 15 años de edad. Finalmente, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Adicciones (2008), 10% de los adolescentes (de 12 a 17 años), reporta ideación suicida en los últimos 12 meses.

El suicidio, dicen, es la suma algebraica de una serie de causas, en el caso de población infantil y adolescente, la ecuación es de primer grado. Está documentado que en el 80% de los casos hay antecedentes de depresión y la gran mayoría de las investigaciones apuntan que el suicidio en esas edades es altamente factible de prevenir, con acciones que van desde el establecimiento de mecanismos de comunicación, la atención oportuna a trastornos psicológicos o psiquiátricos y la protección ante factores de riesgo ubicados en los entornos familiares y escolares. De estos últimos destacan en nuestro país lo entornos violentos, vinculados no en pocas ocasiones con las adicciones, las pérdidas al interior de la familia o la aceptación de los pares y de las parejas.

Pero en casi la totalidad de los casos en menores de edad, los potenciales suicidas mandan pistas. Entre el 70% y 75% lo hacen con anuncios verbales o por escrito. Los estudios nos hablan de que en promedio las mujeres realizan cinco intentos antes de consumar el suicidio, mientras que sus pares varones lo logran en promedio en su segundo intento. Tenemos, sin lugar a dudas, un mundo adulto en los hogares y en las escuelas que no está leyendo las señales.

Ante la ausencia de institucionalidad en la protección, muchos adolescentes, sobre todo de clase media, están utilizando las redes sociales como espacios de apoyo, entre las que destaca Tumblr. Creada en 2007, esta plataforma de microblogging tiene una amplia red de usuarios que manejan blogs de contención referidas a las lesiones autoinfligidas (selfharm, selftinsure), pensamiento positivo (dailyreasonswhy) y depresión, entre otras. Tumblr cuenta con casi 50 millones de blogs que frecuentan 120 millones de usuarias y usuarios que realizan un promedio de 67 millones de publicaciones en un promedio de más de dos horas y media al día en la web, un tiempo promedio sólo superado por Facebook.

Son espacios de autocuidado entre pares, pero también, en no pocos casos, son ambientes que pueden producir el efecto contrario. Y mientras tanto, niñas, niños y adolescentes alimentan cada vez más la estadística de suicidio, ante la ausencia de políticas públicas en salud mental dirigidas a esta población, que asuman que los trastornos mentales en la infancia tienden a persistir hasta la edad adulta, y que casi la mitad de los trastornos en adultos inician antes de los 14 años de edad.

Actualmente, según la OMS, dos de cada 10 adolescentes sufren depresión y la Unicef reporta en su Estado Mundial de la Infancia que los factores de riesgo de problemas de salud mental incluyen maltrato infantil; violencia intrafamiliar y en la escuela; exclusión social y educativa; exposición a violencia institucional y comunitaria.

Sin duda, hay mucho camino que recorrer en un país en donde, en lo general, persisten el estigma y poco conocimiento en general en este ámbito. Ejemplo de lo anterior es el resultado de La Agenda Ciudadana promovida por la UNAM (2013), en la que de los 10 retos propuestos como prioritarios para lograr una mejor calidad de vida desde la ciencia, la tecnología y la innovación, la atención a la salud mental quedó en último lugar con tan sólo el 5% de los votos.

Y es que no comprendemos aún que alcanzar la salud mental, tal y como la define la Organización Mundial de la Salud, como “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad” (2012), requiere de la generación de habilidades sociales y para la vida y de construcción de factores resilientes desde la primera infancia.

Hoy tenemos cada vez más niños y adolescentes que suman ventajas al ser invisibles, parafraseando un libro y una película actualmente de moda, y los adultos abonamos mucho a esta lógica, considerando, de manera equivocada, que los problemas, la ansiedad y la depresión son directamente proporcionales a la edad. Y no vemos las señales, y si las registramos, las minimizamos, señales como el asilamiento; la tristeza; los mensajes verbales, escritos o dibujados (en los más pequeños); signos de despedida, como regalar pertenencias valoradas; entre otras.

Es necesario estar alertas a lo que algunos autores consideran como las cuatro fases del proceso suicida: 1) solicitud de ayuda; 2) plan para la acción; 3) autoflagelación, consumo de pastillas y la confesión a terceros cercanos; y 4) ejecución; y es necesario revertir la tendencia de incremento en la incidencia de suicidio en la población infantil y adolescente, porque en esta etapa aplica la sentencia clásica de Durkheim de que el suicidio es contagioso.•

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