La teología de la liberación no es una disciplina más junto a la historia de los dogmas, la liturgia, la moral, el derecho canónico, etcétera. Es una manera diferente de cumplir con el oficio de la teología: en medio del pueblo, principalmente entre los más pobres e invisibles. Por eso su marca registrada es la opción por los pobres contra la pobreza y a favor de su liberación.
Algunos hacen teología para los pobres, cosa que la Iglesia nunca ha dejado de practicar. Otros hacen teología con los pobres, viven con ellos y tratan de pensar el mensaje cristiano a partir de su cultura. Otros van más allá y hacen una teología como los pobres, se hacen pobres, viven en favelas, oyen sus historias y descubren en la escucha de sus palabras la presencia escondida de Dios.
Así surgió en Brasil con el recordado teólogo José Comblin, en Paraíba, la teología de la azada, elaborada junto con los campesinos, después del trabajo diario. Clodovis Boff creó la teologia pé no chão (con los pies en la tierra) en Acre, de la cual surgieron centenares de líderes populares y políticos en la Amazonia. Recientemente se está articulando en América Latina, animada por el grupo Amerindia (cristianos vinculados a la liberación), una teología de la liberación popular en minga con personas de medios pobres y periféricos. Se usa la metáfora de la olla hirviendo en la cual se está preparando un sabroso guiso. Siguen los siguientes pasos:
¿Qué cocinar? Los relatos dolorosos y amorosos de los humildes de la Tierra. Intercambian en una minga (palabra quechua-aymara que significa trabajo colectivo y voluntario en favor de la comunidad) sus experiencias de vida, y las reflexiones que surgen de ahí, así como las orientaciones prácticas a asumir.
¿Con qué cocinar? Con los condimentos, hierbas y sabores propios de cada región. Se cocina con los relatos singulares de los indígenas, de las mujeres, de los negros, de los campesinos. Cada grupo narra sus tragedias y sus victorias, sus dolores y sus alegrías. Dicen: “hay crisis, pero nosotros estamos llenos de esperanza; hay silencio y nosotros cantamos historias; hay hambre de pan y de sentido, pero nosotros cocinamos nuestro guiso en la olla, y comemos alegremente todos juntos.
¿Quiénes son los cocineros? Los propios miembros de las comunidades populares pobres. Hacen una rueda y en minga, cada cual da su testimonio, cuenta su vida, muestra las llagas de las torturas de los militares represivos. Allí aparece toda la tragedia vivida por las grandes mayorías pobres, marginadas desde el tiempo de la colonia. Nunca fueron escuchadas. Ahora uno escucha al otro y rompen un silencio secular. Son cocineros eximios.
¿A partir de dónde se cocina? A partir de los invisibles, de aquellos que las políticas sociales para los pobres no los alcanzan. Viven en un profundo desamparo social. Escuchar sus lamentos y también sus alegrías con lo mínimo. En minga se preguntan: ¿cómo Dios se revela Dios en nuestra pobreza?, ¿cómo a pesar de eso Él es bueno y amoroso, pues nos hace vivir y nos da los hijos e hijas, que son nuestras joyas y nuestra gran alegría?
En este contexto cabe recordar a un gran antecesor: Guamán Poma de Ayala, un inca de la nobleza educado en España. Años después regresa y recorre todo el antiguo imperio incaico peruano para “buscar a los Cristos” escondidos y crucificados por los colonizadores antiguos y nuevos. Ese tipo de teología narrativa creó hasta un término nuevo: senti-pensar colectivamente, sentir y pensar las memorias pasadas, pero también la realidad actual, de la cual, juntos, quieren liberarse.
En la gestación de esta teología narrativa alrededor de la olla, con el guiso, siempre deben estar presentes estas cuatro «ces»:
Canto: con él es como los pobres se expresan mejor.
Cuerpo: sentir al otro, su piel, su olor, su voz, sus expresiones de amistad y de cariño.
Cuento: escuchar y volver a escuchar las narraciones de los demás; la mayor parte son relatos dolorosos, por eso el libro que más citan es el libro de Job. A pesar de perderlo todo y de estar cubierto de llagas y quejarse mucho de Dios, Job nunca dejó de confiar en Él, y al final confiesa: “Lo conozco no por lo que me han dicho de Él, sino porque le han visto mis ojos”.
Cámara: Las narraciones se graban, o se filman en vídeos, para conservar la voz y la imagen de los participantes. El teólogo que se integró totalmente con ellos, consiguió estos instrumentos “modernos”, para producir un medio más eficaz y persuasivo de lucha, de resistencia y de vida para los pobres y los humillados de la Tierra. Todo se les devuelve siempre.
Un joven teólogo laico argentino, Francisco J. Bosch, dejó todo, como el Che Guevara, y se mezcló con los últimos del continente. Durante cuatro años recorrió ocho países animando mingas de teología de liberación popular junto a los pobres. Poeta él mismo, cantor, dibujante y animador teológico, recogió esta experiencia en un libro próximo a salir, con el título “Bendita Mezcla”. Es pura y genuina teología popular de liberación, hecha por los propios pobres y oprimidos, y recogida por él.
Este artículo se ha publicado con autorización de http://www.servicioskoinonia.org/boff/