Entramos al tercer año de la pandemia con un crecimiento galopante de nuevos casos de Covid-19 en el mundo. De hecho, con el mayor número diario desde la aparición del SARS-COV-2, poco más de un millón. La nueva ola, la cuarta si se miran los números agregados, empezó desde mediados de octubre de 2021, pero tuvo un ascenso tan vertiginoso al cierre del año, que sus consecuencias globales apenas empiezan a calibrarse.
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Aunque la letalidad del Covid-19 ha seguido bajando, y al concluir 2021 estaba en uno por ciento, la tasa más baja en toda la pandemia, la Organización Mundial de la Salud advirtió que no podían subestimarse los efectos de la reciente ola del coronavirus, por su impacto en las hospitalizaciones e incluso por el previsible incremento en los fallecimientos. Días antes del Año Nuevo se registraron más de 6,000 muertes por día en el mundo.
Las tasas y coeficientes sirven mucho, pero la contundencia de los números absolutos es incuestionable: en 2020 se registraron 2.88 millones de fallecimientos confirmados por el Covid-19, y 2021 cerró con un poco más de 2.54 millones. Así que hasta ahora la suma alcanza 5.42 millones de personas. Ya se sabe que la mortalidad en exceso es el dato que cuenta, más que el de los confirmados. El punto es que aún con menos muertes relativas, la pandemia sigue dejando su impronta mortal. En México, por cierto, tuvimos más de 173000 muertes Covid confirmadas en 2021, contra casi 126000 en 2020.
En sus orígenes, la ola más reciente tuvo como dominante la variante Delta del SARS-VOV-2, pero se aceleró con la Omicron, que empezó a elevar otra vez la tasa de reproducción desde mediados de diciembre de 2021, y con ello las señales de alerta en todo el mundo. Lo sabemos desde el inicio de la pandemia: la emergencia sanitaria se disemina de inmediato en una cascada de efectos que van impactando las condiciones económicas y sociales.
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Así que el tercer año de la pandemia inicia con un grado más elevado en la alarma global. Quizá esta se recuerde como su Fase Omicron, pero lo cierto es que ya desde el otoño de 2021 se estaba configurando un enfriamiento de la recuperación mundial y con ello, también, una confirmación de que la nueva normalidad no llegará tan pronto ni será tan segura como parecía meses atrás.
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Lo cierto es que hay algo así como una doble realidad, si uno mira los grandes hechos estilizados. En sus previsiones de octubre pasado, los organismos internacionales ya adelantaban que la economía global tendría una desaceleración y que el crecimiento de 2021 sería menor al esperado. Las circunstancias están resultando muy distintas entre regiones y grupos de países, cierto, pero las nuevas condiciones que afectan al comercio, al transporte global y las cadenas de suministro, la mayor inflación, el fin de los programas especiales para apoyar a las familias damnificadas, y también los hechos emergentes como los cambios en la vuelta al trabajo, entre otras, están dejando de nuevo su marca.
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¿Cómo incidirá la Fase Omicrón en el curso de la recuperación? Por los síntomas que aparecieron y se propagaron al cierre del año, es posible que los pronósticos empeoren para la economía. Las afectaciones a los vuelos, la cancelación de viajes, el endurecimiento de los controles y otras medidas ya no serán tan intensas como en el segundo trimestre de 2020, pero pueden dejar su marca de cualquier modo. De hecho, países como Alemania, Italia y Francia, elevaron en diciembre el índice de rigurosidad de respuesta de sus políticas de control, al nivel más alto de toda la pandemia. China también reforzó sus políticas de cero tolerancia, lo que, al menos en parte, generó un incremento en la cancelación de vuelos en el mundo en el periodo vacacional.
Así que la nueva normalidad está sufriendo otra prueba, y se está desdoblando: por un lado, presenciamos el empeño por adaptar las respuestas a la nueva ola del Covid con el fin de minimizar sus impactos, y, por otro, los inevitables controles de respuesta de muchos países prolonga las secuelas sociales de la pandemia.
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La era postcovid parece más lejana, en esa simbiosis económico – sanitaria que va por su tercer año, y que ya conforma un verdadero síndrome global en el que se integra el ruido de lo que vemos y el silencio de lo que nos falta por saber, y sobre todo por ver.
Y sí, parte de este síndrome es la esperanza de que logremos adaptarnos mejor a la pandemia, porque todo indica que esta seguirá por muchos años. Sobre todo, que aprendamos a proteger la salud de todos. Qué tenga un año saludable, es mi deseo.
Nota: los datos de la pandemia y de los índices de políticas de control, en https://ourworldindata.org/ La idea del ruido y el silencio proviene del artículo de Gillian Tett, Escuchando el silencio social, en https://bit.ly/3pJ7eM5
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