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Comunicación en tiempos de posverdad.

Vivimos actualmente en entornos B.A.N.I (frágiles, ansiosos, no lineales e incomprensibles).

Por este sentido, la comunicación política estratégica ha de partir que el ambiente en que se desarrolla es de desinformación y posverdad, los cuales forman parte de la revolución tecnológica que acontece. Un cambio de época en toda la extensión de la palabra.

Escrito por:   José Ojeda Bustamante

No es conveniente hablar de fake-news, ya que este término precisamente pone el acento en que los medios de comunicación mienten sobre las noticias, cuando una noticia, en su esencia, debería no ser falsa. A la práctica, el término fake news y su uso, se ha vuelto una herramienta que políticos, empresarios y gobiernos, utilizan discrecionalmente.

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Analicemos la posverdad.

Se entiende por posverdad la situación en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las apelaciones a las emociones y las creencias personales. Así, no sólo se discrepa de la información, sino de los hechos. Surgiendo incluso, los hechos alternativos.

Si de comprender la comunicación en entornos de posverdad refiere. Abordemos entonces 5 aspectos fundamentales para su análisis.

El primero de ellos es la sobreabundancia. Si antes los factores de producción eran tierra, trabajo y capital. Hoy día, cabría agregar el Big Data. Por poner una analogía respecto a la a la infosaturación, si antes en materia de información estábamos ante un desierto y la información veraz podía ser un pequeño oasis. Hoy día, vivimos un tsunami informativo. Cual tsunami lleva consigo mucha agua turbia. Por consiguiente, resulta aún más necesario, un buen periodismo o filtrar la información a través de medios de verificación, para hacerla “potable”.

El segundo factor de esta relación entre comunicación política y posverdad es la transformación de las condiciones trascendentales de la experiencia (Kant). Del tiempo y del espacio.

La comunicación se da en entornos de inmediatez, celeridad. Lo que algunos denominan como turbocapitalismo. No existen, por ejemplo, ciclos de noticias de 24 horas. También en el consumidor prima la impaciencia. Se pierde entonces el sentido de la historia y se vive en un presente perpetuo.

Esto, no abona a la democracia, pero sí conviene a actores concretos. Ejemplo. Quienes han capturado el Estado de manera no legal, ni legítima. Grandes empresarios etc. Como dijera uno de los empresarios más ricos de México en una biografía. Poder no es el que se ve, sino el que se siente.

El tercer elemento se deriva de los anteriores y tiene que ver con un reforzamiento de la economía de la atención. El político puede creer que lo están escuchando, pero lo más probable es que no. Para capturar la atención, la política partidaria se degrada y se convierte en infoentretenimiento.

Política Pop. Divertirse hasta morir. Al banalizar la política, se abre el espacio para personajes que, conociendo bien los códigos del entretenimiento, lo utilizan a su favor. Jimmy Morales en Guatemala, Donald Trump o Javier Milei son ejemplos de esto.

Se direccionan entonces todas las baterías a resaltar el siguiente elemento: la emocionalidad. En el binomio razón y emoción, uno de ellos actualmente está desbocado.

Se apela deliberadamente a las emociones políticas. Una especie de romanticismo contemporáneo se nos presenta y se entroniza. Como dijera un profesor “lagrimas que nos hacen sentir buenos, sólo porque lloramos. Aunque continuemos sin hacer nada”.

Las campañas electorales apelan cada vez más a las emociones. Se busca entonces el hecho que marque un hito y sea aprovechado por los medios para apelar emociones en un framing adecuado y así influir en el votante. Las acciones de ligar al presidente López Obrador con el narcotráfico van en este sentido.

Finalmente, el quinto elemento que de la posverdad que hemos de considerar en el marco de la comunicación política, es el de las burbujas informativas y la fragmentación de la opinión pública. ¿Debido a qué? A una exposición selectiva de medios y mensajes contrarios a lo que creemos, a una percepción selectiva y también a una retención selectiva por parte de los ciudadanos. Estos elementos más los filtros burbuja que precisamente fomentan los algoritmos de las plataformas digitales, limitan nuestra capacidad de comprender el mundo que nos rodea.

Un apunte al respecto. Las tecnologías y plataformas de medios de comunicación a menudo arguyen que ellos son como autopistas, o teléfonos. Sólo son el medio o la infraestructura, pero es falso. En realidad, su negocio depende de capturar nuestra atención y venderla a otras empresas.

Sin la creencia de la posibilidad de verdad no se puede esperar nada del dialogo, ni de la comunicación. Pequeñas Torres de Babel, sectarias y gregarias en sí.

El peligro oculto de todo esto es que, sin contraste empírico, sin experiencia, ni diálogo; en la era de la emotividad, el relativismo se convierte en una coartada aprovechada por los poderosos. Sin lugar a duda, desde las antípodas daremos seguimiento, focalizaremos el análisis social y político en tiempos de la posverdad.

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