Si hay un espacio del “mundo del trabajo” en el cual se sintetizan varias de las más arraigadas formas de discriminación y desigualdad entre mujeres y hombres, éste es el del trabajo doméstico. Se trata además de una de las actividades con menor valoración social, y por la misma razón, de las que reciben menor remuneración tanto económica como en el nivel personal.
Por esta razón, cada 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico, con el propósito de promover una mayor conciencia respecto de los retos que se mantienen en materia legislativa, de regulación y normatividad, pero también de cambio social para mejorar las condiciones de trabajo y de vida de quienes desempeñan estas actividades.
La magnitud en México
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en nuestro país hay 2.48 millones de personas ocupadas en actividades de trabajo doméstico, cifra que representó 4.8% del total de las personas que tenían una ocupación remunerada al primer trimestre de 2017.
Al respecto debe considerarse que 90% de quienes desarrollan estas actividades son mujeres, y en ocupaciones como “empleados domésticos”, “cuidadores de personas”, “lavanderos”, “planchadores”, la proporción de mujeres empleadas en tales tareas se eleva hasta el 93%.
En contraste con lo anterior, en ocupaciones como “choferes”, “vigilantes”, “porteros” y “jardineros”, que desarrollan sus funciones en casa particulares, el porcentaje de participación de las mujeres llega apenas a 5%; es decir, persiste un sesgo de género sumamente marcado en la asignación de tareas y actividades laborales en los hogares.
Debe destacarse que 99 de cada 100 personas que están ocupadas en el trabajo doméstico carecen de contrato escrito y 76.5%, es decir, tres de cada cuatro personas empleadas en estas actividades, perciben ingresos por su trabajo que se ubican en los dos salarios mínimos al día, o menos.
Un rezago legislativo relevante
La desvaloración social y económica del trabajo doméstico también es en parte producto de la frágil legislación que tenemos para su regulación. En efecto, en el año 2011, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó el Convenio 189 relativo al Trabajo Doméstico, y de éste derivó la Recomendación Número 201 sobre la misma materia, en los cuales se establecen medidas que buscan dignificar las condiciones en que se desempeña el trabajo doméstico.
Nuestro país votó a favor de este Convenio en el seno de la OIT, pero aún no lo ha ratificado, tarea que le corresponde al Senado de la República y al propio Gobierno de la República, en el marco de una urgente acción que debe tomarse, a fin de armonizar la legislación laboral en esta materia, de acuerdo con el convenio señalado, y también en congruencia con el espíritu del contenido del Artículo 1º de nuestra Constitución.
Lo anterior porque si algo destaca la OIT es la asimetría en las relaciones de poder que se generan en este sector de la ocupación, pues los empleados enfrentan -y en el caso mexicano la mayoría son empleadas- altos niveles de aislamiento, maltrato, abuso, humillación y discriminación, así como un alto nivel de informalidad laboral y, como ya se señaló, muy bajos niveles salariales.
Edad y escolaridad
De acuerdo con el INEGI, el promedio de edad de quienes se dedican al trabajo doméstico es de 42.3 años: para las mujeres es de 42.1 años y para los hombres de 43.9 años. Esto se debe a que prácticamente seis de cada diez personas empleadas en este son mayores de 40 años.
Desagregado por grupos etarios y sexo, destaca que 4.6% de los hombres y 4.1% de las mujeres ocupados en el trabajo doméstico tienen de 15 a 19 años de edad. Por su parte, 18.8% de los hombres y 14.3% de las mujeres tienen entre 20 y 29 años de edad.
En el grupo de 30 a 39 años de edad se ubica 23.7% de las mujeres ocupadas en el trabajo doméstico, mientras que entre los hombres el porcentaje es de 19.7%; por su parte, en el grupo de 40 a 49 años se ubica 27.7% de las mujeres y 20.2% de los hombres.
Como puede verse, 70% de las mujeres que laboran en el trabajo doméstico y 63.3% de los hombres ocupados en el mismo sector tienen 49 años o menos de edad.
Adicionalmente, es importante destacar que 20.6% de las mujeres y 17.9% de los hombres ocupados en el sector tienen de 50 a 59 años de edad, mientras que 18.9% de los hombres y 9.4% de las mujeres reportaron tener 60 años y más.
Otro dato a destacar es que 5.8% de los 2.48 millones de personas que desarrollan trabajo doméstico son analfabetas, es decir, 143,840 personas, y 20.9% (uno de cada cinco) tiene estudios de primaria incompleta (518,320 personas).
Asimismo, 32% tiene estudios de primaria completa, es decir, 790,360 personas, mientras que 40% del total tiene algún grado de educación secundaria (992,000 personas). Sólo 10% del total de trabajadores domésticos cuenta con un grado de educación superior a la secundaria, y sus actividades se concentran fundamentalmente (entre los hombres) como choferes de casa habitación y (entre las mujeres) en quienes se dedican al cuidado de personas. En contraste, entre quienes están dedicados a planchar ropa o como “lavadores”, 43.6% no concluyó la primaria, mientras que 24% tienen solo estudios de nivel primaria.
Empobrecidos
Como ya fue señalado, si algo caracteriza al trabajo doméstico remunerado, son los bajos niveles salariales y las prácticamente nulas prestaciones con que cuentan. En efecto, es importante destacar que 34% de quienes laboran en este sector perciben un salario mínimo o menos al día, 42.5% logra entre uno y dos salarios mínimos, 14.5% accede a salarios que van de dos a tres salarios mínimos y únicamente 2.8% logra ingresos por arriba de los tres salarios mínimos.
Finalmente, es importante señalar que 14.2% de quienes están empleados en el trabajo doméstico tienen jornadas de menos de 15 horas a la semana, 21.2% tiene jornadas de 15 a 24 horas, 21.3% se emplea entre 25 y 39 horas a la semana, 28.2% lo hace de 40 a 48 horas a la semana y 13% desarrolla jornadas de 48 horas o más.
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