La muerte de las 39 personas atrapadas en unas instalaciones migratorias cerradas con candado y sin poder escapar, ocurrida el pasado 27 de marzo por la noche en Ciudad Juárez, es una tragedia que conmociona y nos llama a cambiar de forma drástica la política de trato a quienes se encuentran en movimiento por migración a través de México o solicitan asilo en nuestro país, a respetar sus derechos humanos, a cumplir con las obligaciones nacionales e internacionales, a tomar todas las medidas para que nunca más se repitan estas desgracias.
Escrito por: Enrique Provencio D.
La exigencia inmediata de justicia, a todos los niveles, y de esclarecimiento total de los hechos, es el obligado primer paso, y con este también deberíamos iniciar una revisión que aborde todas las dimensiones involucradas. Este lamentable caso, como en tantos otros en los que se incuban progresivamente los orígenes de los hechos hasta que algo los detona, no fue el resultado espontáneo de lo inesperado ni de lo imprevisible. Fueron muertes prevenibles. Lo ocurrido el 27 de marzo en Cd. Juárez no fue un accidente y tampoco una eventualidad, a pesar de que ninguna persona o autoridad buscara ni deseara personalmente que sucediera.
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Son muchas las omisiones que no deben repetirse, comenzando por una que no podría ser más clara: no ignorar las evidencias, las investigaciones y comprobaciones, las denuncias, los testimonios, los señalamientos del estado de la política migratoria. Las autoridades han hecho caso omiso de una contundente documentación que revela las condiciones lamentables en las que se encuentra la infraestructura del Instituto Nacional de Inmigración, las carencias presupuestales, la descoordinación dentro del propio Gobierno Federal y de este con los estatales y municipales, las prácticas violatorias de los derechos humanos, entre tantos otros problemas.
Es grotesco el recurso tan manido de trasladar las explicaciones al pasado para eludir las responsabilidades actuales, y luego señalar que antes nadie había revelado ni exhibido las críticas. No es este el caso, pues diferentes iniciativas han estado mostrando desde hace décadas los rezagos de la política migratoria. El Programa de Asuntos Migratorios de la Universidad Iberoamericana, por ejemplo, tiene constancia de sus diagnósticos y propuestas al menos desde 2005, y desde entonces las actualiza https://prami.ibero.mx/ .
Cuando en 2019 se intensificó la crisis migratoria se expusieron con detalle los riesgos que estaban creciendo ante la mayor llegada de migrantes urgidos de atención. Por ejemplo, Mario Luis Fuentes los registró con imágenes y testimonios en México Social, del Canal 11, y luego en el libro La frontera está en todas partes https://bit.ly/3G7VAC9 , dando cuenta de una crisis humanitaria que ya estaba claramente configurada, no solo en Ciudad Juárez sino en toda la Frontera Norte e igual en la Frontera Sur y en muchos sitios de las rutas de movilidad migrante en el país.
La crisis humanitaria sería peor si tantas organizaciones sociales, comunitarias, religiosas y de otros tipos no estuvieran apoyando a los migrantes y haciéndose cargo de su atención, muchas veces con las autoridades migratorias en contra. A partir de mediados de 2019, y en el contexto de los cambios en la relación entre Estados Unidos y México, las crisis desbordó aún más una política fallida que no cambió más que en el discurso, y que se fue militarizando, vio mermados sus recursos presupuestales frente a los problemas crecientes, agravó sus dificultades de coordinación, e incurrió en violaciones legales señaladas por la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La respuesta oficial ante la tragedia fue insuficiente y mezquina, al menos por lo conocido en los primeros cinco días después de la tragedia. Estar a la altura de esta crisis humanitaria requiere, por lo menos, convocar a la sociedad, a los cientos de organizaciones que apoyan a los migrantes, a los centros académicos y redes diversas, a preparar un replanteamiento de la política migratoria. Es una tarea de Estado, que involucra a los tres poderes y a todos los órdenes de gobierno.
Está claro que la política migratoria tiene dimensiones y órdenes diferenciados, que hay un marco internacional y binacional determinante que tiene que revisarse, sin duda, sobre todo frente a Estados Unidos. Pero la intervención concreta, la que tiene que reconsiderarse ya, es más operativa, y tiene relación con las capacidades gubernamentales, con las funciones y las tareas; con las formas de organización y trabajo, los presupuestos, protocolos de actuación, atribuciones, rutinas de coordinación; se vincula con la transparencia y el acceso a la información, el cumplimiento de las recomendaciones de derechos humanos, la aplicación de las disposiciones dictadas por el Poder Judicial, y con el cumplimiento de los tratados internacionales.
De entre las consideraciones que se hicieron tras la desgracia de Ciudad Juárez, hay una que expresaron varios cientos de organismos defensores de los derechos de los migrantes, y que dice “La política migratoria en México, mata” https://bit.ly/3TYIUmR No es una frase hiperbólica, ocasionada solo por la indignación y el dolor, por la solidaridad y la empatía. Es, desgraciadamente, una constatación, un diagnóstico crudo y certero.
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Frase clave: Tragedia en Ciudad Juarez, tragedia en incendio.