por Laura Moreno/ Santiago Capraro/ Guadalupe Soto/ Dewi Hdez/ Juan J. García
Debido a los cambios en los patrones alimentarios, y a que los modos de vida cada vez son más sedentarios, en México y en muchos países de ingresos medios y bajos ha aumentado la prevalencia del sobrepeso, la obesidad y de otras enfermedades crónicas, sin haber resuelto el problema de la desnutrición. A este fenómeno se le denomina “Transición alimentaria o nutricional”I
Después de la crisis de deuda de 1982 se puso en marcha un proceso de liberalización del comercio exterior y de la cuenta de capital que generó el elevado grado de apertura comercial que caracteriza a México en la actualidad. Desde entonces en el país se han producido cambios socioeconómicos que han agravado los problemas de pobreza e inequidadII. Asimismo, se han observado transformaciones en los procesos industriales, las formas de comercialización y las pautas de consumo de alimentos. Se han advertido cambios cuantitativos así como en la composición de los patrones alimentarios de los mexicanos, los cuales han afectado su estado nutricional y sus condiciones de saludIII.
Cambios en la composición de los patrones alimentarios
Mediante el análisis de las Hojas de Balance de Alimentos* de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO)V, se observó que el consumo de cereales, y en particular de leguminosa (frijol) se redujo (no obstante que son alimentos característicos de la dieta de los mexicanos) y el consumo de azúcares, alimentos de origen animal y aceites vegetales aumentó notablemente, mientras que las frutas, verduras, raíces y tubérculos no mostraron cambios importantes. La dieta tradicional de los mexicanos se está abandonando de manera tal que actualmente predominan las dietas deficientes y de alta densidad energéticaIV.
El aumento observado en el consumo de azúcar no permite discernir en qué alimentos o bebidas se encuentra, o si es “azúcar añadida”; no obstante, debido a que, junto con los aceites vegetales, es uno de los ingredientes más utilizados en los productos ultra-procesados como jugos de frutas, refrescos y pastelillos empaquetados, es posible inferir que el aumento considerable en su consumo (entre 14% y 15% de las caloría totales, más de lo recomendado por la OMS de 10% o menos) VII, en parte proviene de estos alimentos. Estos cambios en la alimentación en México podrían explicar la doble carga de malnutrición en la que coexisten la desnutrición por deficiencia de nutrientes como los que contienen las legumbres, verduras y frutas, y la obesidad y sobrepeso por exceso de calorías como reflejo de las dietas altamente energéticas.
La información sobre desnutrición mostrada en las cuatro Encuestas Nacionales realizadas en México (ENSA, 1988; ENSA, 1999; ENSANUT, 2006; ENSANUT, 2012) por el Instituto Nacional de Salud Pública, si bien muestran disminución en la desnutrición, señalan aún la existencia de bajo peso, emaciación y principalmente baja talla en niños menores de cinco años durante el periodo 1988-2012VIII.
En 2012 el INEGI reportó que se le atribuyeron 7,730 defunciones a la desnutrición y ocupó el décimo lugar como causa de muerte en la población general. En los niños menores de un año se ubicó en el noveno lugar con 457 defunciones y en el grupo de 65 años y más fue causante de 6,050 defunciones, es decir, del 78.27% de muertes por desnutriciónIX.
Las Encuestas Nacionales de Nutrición ya mencionadas también muestran que la prevalencia de desnutrición en menores de 5 años es distinta en las diversas zonas del país, y que entre la población indígena y la no indígena hay grandes diferencias: en 2012 fue de 33.5 y 11.7, respectivamenteVIII.
El sobrepeso y la obesidad están directamente relacionados con el desarrollo de enfermedades crónicas como la diabetes, enfermedades cardiovasculares y varios tipos de cánceres que constituyen las principales causas de mortalidad en el país. En México, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2012), se vio que durante los últimos 12 años la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad (SOB) en el adulto ha aumentado 15.2%. La prevalencia combinada de SOB fue de 71.2% (48.6 millones de personas)X.
En el estudio realizado por los autoresVI, con base en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2012 (ENIGH-2012)XI, se identificó que el gasto varía en determinados alimentos a medida que el ingreso de las personas se modifica desde el decil I de ingreso más bajo, al decil X de ingreso más alto.
Se observó que la proporción del gasto en cereales, y particularmente en tortillas de maíz, fue muy alto en los grupos de menores ingresos y disminuyó sustancialmente conforme aumentó el ingreso de la población; de igual manera se comportaron los azúcares, los tubérculos, las grasas y aceites, el huevo, la carne de ave y las verduras y leguminosas.
Las carnes presentaron un comportamiento variado; en los deciles altos fue mayor el gasto en la de res, ternera, pescados y mariscos, cuya diferencia fue muy marcada entre ricos y pobres. Así, la población con mayores ingresos (decil X) gastó 3.9 veces más en carne de res que el promedio de los más pobres (deciles I-IV), este indicador se elevó a 5.9 veces en el caso de pescados y mariscos. Por otro lado, el gasto en carne de cerdo mostró un comportamiento particular, ya que en la población de menores ingresos (deciles I a V) fue mayor, y a medida que el ingreso aumentó su consumo disminuyó.
El gasto en leche fue menor que el de los refrescos en todos los grupos, y en particular en el de menores ingresos, cuyo consumo de leche fue de 4% mientras que el de las bebidas no alcohólicas (refrescos) fue de 7%.
En términos absolutos la población con el mayor ingreso gastó 2.7 veces menos en refrescos que el gasto promedio de los deciles I a IV. Asimismo, el porcentaje del gasto en derivados de la leche, frutas y bebidas alcohólicas aumentó a medida que aumentó el ingreso. El gasto en frutas mostró una diferencia de 4.9 veces más en la población de mayores ingresos con respecto al promedio de los deciles a los de menor ingreso (decil I-IV). Así, el gasto realizado en bebidas alcohólicas, derivados de la leche, frutas, carne de res y pescados y mariscos presentó claramente un comportamiento de bien de lujo; es decir, a medida que aumentaron los ingresos se incrementó el gasto dedicado ellos más que proporcionalmenteVI.
Evidentemente los patrones alimentarios de las y los mexicanos están relacionados con el crecimiento económico del país y con los ingresos, aunque éstos no necesariamente determinan una alimentación adecuada: “La elección de la comida tiene que ver con estilos de vida colectivos, pues son conductas influidas por los medios social y económico en los que viven los sujetos”. Mientras no haya una regulación estricta del mercado, no se apoye a la agricultura, no se promueva la ingestión de alimentos sanos ni se cuide el precio de éstos, el problema continuará. “Si se mantiene esta tendencia tendremos dentro de muy pocos años una población envejecida y enferma”.
REFERENCIAS:
I. Popkin BM. The shift in stages of the nutrition transition in the developing world differs from past experiences. Public Health Nutr 2002; 5(IA): 205-214.
II. Tello C. Sobre la desigualdad en México. Universidad Nacional Autónoma de México. México D.F. 2010; 227-254
III. Moreno Altamirano L, Capraro S, Panico C, García García JJ, Hernández Montoya D, Soto Estrada G, Silberman M. Seguridad alimentaria, malnutrición y sus determinantes sociales en México. Enviado a Perfiles Latinoamericanos.
IV. Moreno Altamirano L. Hernández Montoya D, Silberman M, Capraro S, García García JJ, Soto Estrada G. Sandoval Bosh E. La transición alimentaria y la doble carga de malnutrición: cambios en los patrones alimentarios de 1961 a 2009 en el contexto socioeconómico mexicano. 2014. Archivos Latinoamericanos de Nutrición 2014;64(4):231-240.
V. Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Statistical Databases. URL:http://faoestat.fao.org. 1961 a 2009.
VI. Moreno Altamirano L, Silberman M, Hernández Montoya D, Capraro S, Soto Estrada G, García García JJ, Sandoval Bosh E. (2015) Diabetes tipo 2 y patrones de alimentación de 1961 a 2009: algunos de sus determinantes sociales en México. Gaceta Médica de México 151(3), 354-68
VII. Dieta Nutrición y Prevención de Enfermedades Crónicas. OMS, Serie de Informes Técnicos 916. Consulta Mixta de Expertos OMS/FAO 2003.
VIII. Rivera-Dommarco J, Cuevas-Nasu L, González de Cosio T, Shamah-Levy T, García-Feregrino R. Desnutrición Crónica en México en el último cuarto de siglo: análisis de cuatro encuestas nacionales. Salud Pública de México 2013;55(2):161-169.
IX. INEGI. Consulta interactiva de datos, estadísticas de mortalidad. Página electrónica del INEGI, consultada el 17 de junio de 2015, disponible en: http://www.inegi.org.mx/est/lista_cubos/
X. Encuesta Nacional de Salud y Nutrición; resultados nacionales 2012. Instituto Nacional de Salud Pública/ Secretaría de Salud. México, 2012.
XI. Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Disponible en: http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/encuestas/hogares/ regulares/enigh/default.aspx. Consultado el 18 de julio 2014
XII. World Health Organization “Summary: Deaths (thousands) by cause”. Página electrónica, consultada el 13 de octubre de 2015. Disponible en http://www.who.int/healthinfo/global_burden_disease/ estimates/en/index1.html
Laura Moreno-Altamirano Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM lamorealmx@yahoo.com.mx Santiago Capraro Facultad de Economía de la UNAM capraro@gmail.com Guadalupe Soto-Estrada Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM gumikar@gmail.com Dewi Hernández-Montoya Departamento de Investigación en Epidemiología. Instituto Nacional de Pediatría y Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM dewishm@hotmail.com Juan José García-García Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM garciagjj@hotmail.com |
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