A partir de las 00:00 horas del jueves 3 de junio entramos al periodo de tres días de paz previos a la jornada electoral del domingo 6, que la ley prevé para introducir un ejercicio de reflexión ciudadana sobre las ofertas políticas que se recibieron por parte de candidatos y partidos, para atraer la preferencia que se expresará sobre la boleta electoral. Este “silencio” afecta no sólo a los partidos y candidatos, sino también a los gobiernos, a los medios de comunicación, a las encuestadoras y demás agentes interesados.
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Es evidente que este silencio obligado incomoda a los actores de la escena pública, pues la captura de votos mediante la propaganda machacona y vacua basa su éxito en la reiteración de miles de mensajes simplones, imágenes atractivas, bailes salseros y jingles o sonsonetes pegajosos. La política como mercado placero, basada en el show mediático que resalta los envoltorios sobre los contenidos. La candidata o el candidato es el producto perecedero que hay que colocar ante una audiencia a la que se juzga poco demandante y de deseos primarios, nacidos de los impulsos reptilianos que privilegian los sentidos, y se olvidan del pensamiento abstracto, propio del ciudadano con formación política.
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Sin duda la norma electoral mexicana es sabia al demandar un espacio de silencio reparador antes de la cita ante las urnas. Puede servir de desintoxicación para nuestro juicio personal, tan vapuleado por los anuncios, las descalificaciones, las mentiras y la violencia verbal. En esto concedo a nuestro modelo electoral el gran mérito de aplacar los ánimos antes de la toma de decisión por parte del sufragista.
En otros países, como en Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y muchos otros, no existe este periodo reflexivo. En la propia jornada, a pie de las casillas o centros de votación, puede uno encontrarse con cuadrillas de partidarios que publicitan a sus favoritos ante electores aún dudosos. Pero eso es posible por la civilidad de sus manifestaciones, y también por la existencia de métodos alternos de votación, como el voto por adelantado –vía postal o electrónica–, el voto en ausencia, el voto desde el extranjero, etcétera.
El clima preelectoral en México se ha convertido en terreno minado por la violencia criminal. El tono fuertemente belicoso de gran parte de las campañas también ha añadido tintes de miedo. Ser candidato o candidata en México es una vocación de alto riesgo, como lo hemos experimentado a lo largo de este proceso electoral. La consultora Integralia contabilizó desde septiembre hasta el 10 de mayo pasado 169 incidentes de violencia política, con 143 víctimas mortales, entre ellos 26 aspirantes a elección popular. El 18 de mayo ya sumaban 32, según la secretaría de Gobernación. Todavía no ocurría el asesinato artero de Alma Barragán en Moroleón el 26 de mayo.
Ante esta sinrazón, esta locura violenta, México hace bien en dar tres días de paz apagando las estridencias, con el fin de dar paso al pensamiento. La política se inventó para dar cauce a los conflictos entre los intereses públicos encontrados, y evitar la violencia. Es urgente volver a la racionalidad, y acudir a las urnas en masa, para en ellas expresar nuestra molestia, nuestras cuitas, pero en paz…
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(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda
Frase clave: Tres días de paz