La escena es ya de sí, una de las más famosas de estos alocados años 20s.
Balazos en un mitin al aire libre. El candidato republicano Donald Trump, se arroja al suelo después de agarrarse la oreja derecha. Sangra. Hay confusión, muchas voces y gritos se perciben. En tiempo real, Inmediatamente se puede observar a los agentes del servicio secreto abalanzarse sobre de él y formar un círculo alrededor para evacuarlo.
Escrito por: José Ojeda Bustamante
De momento y abatido el agresor, la revuelta y la conmoción no cesan, pero justo en ese momento, él Donald Trump, se descubre vivo; se detiene entonces, y le pide a uno de los agentes que aguarde.
Se ve entonces a Trump, levantar su puño derecho clamando la palabra “pelea” pelea” pelea”. Tres veces. Al fondo, cual escenario de película y gracias a una fotografía que ha quedado para la posteridad, la bandera de los Estados Unidos ondea. Esta acción, desencadena los aplausos y la ovación del público presente, quien al ver vivo a su candidato, termina marchándose entre un coro que repite al unísono: “¡U.S.A!”. “¡U.S.A!”. “¡U.S.A!”.
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Ese acto, reflejo de lo más primigenio del hombre; su supervivencia, definió, quizás, el triunfo, su triunfo, rumbo a la carrera presidencial.
Da igual que Biden de un paso al lado, o que Kamala se presente, en ese preciso instante, el pueblo, ese ente amorfo que todos utilizan a conveniencia, lo acaba de convertir, casi ungir, en el próximo presidente.
¿Por qué razón? Porque Donald Trump caló directamente no en la razón, sino en la emoción de toda la unión americana y de quienes lo atestiguaron en el mundo entero. Porque se desenvolvió un arco perfecto, que fue del miedo a la euforia, con una señal de orden y una consigna: estoy bien, estoy a salvo: ¡luchemos!
Que brutal contraste respecto a Joe Biden, que, cierto o no, exagerado o quizás en su justa dimensión, ha sido tomado en últimas fechas con una actitud senil, dubitativa. No propia de un líder. No de un líder de una nación imperial que ve amenazado o implosionado su liderazgo por enemigos, unos más reales que otros: China, la inmigración, el desaceleramiento económico, la vertiginosa desigualdad.
Pareciera que con esto ensalzo a Trump. Nada más alejado de la realidad. Valga esta descripción para señalar que el candidato más reciente que sufrió un atentando contra su vida de este lado de nuestra América, fue David Bolsonaro y se hizo de la presidencia de Brasil.
Lo describo, porque justamente ese tipo de euforia es que la que ha llevado a personajes que se asumen como héroes, a las peores catástrofes.
Termino. Hay, en el museo del Prado, en Madrid una estampa desconcertante de un artista – quienes, por cierto, saben leer muy bien el espíritu de los tiempos-, se trata del Sueño de la razón, de Goya, la cual tiene una breve descripción que dice: <<La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles>>.
Vivimos tiempos de fantasía, de ideologías, donde los mejores prestidigitadores se llevan las elecciones. ¿Dónde están las instituciones? La razón aguarda momentáneamente el sueño de los justos.
Desde las antípodas…lo veremos, el tablero y concierto internacional da para nuevos equilibrios inmediatos.
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