Joseph Mallord William Turner (1775-1851) fue un gran artista inglés, referente del romanticismo. Su papá fue un fabricante de pelucas y con el tiempo se hizo barbero. Se crió en una zona popular de Londres. Su mamá fue ama de casa, sin embargo, perdió su estabilidad mental y al final acabó recluida en un psiquiátrico.
Escrito por: Mónica Muñoz
Como muchos artistas, él también padeció dificultades económicas en sus inicios. Desde pequeño fue evidente su gran talento para el dibujo. Turner entró como estudiante en la Royal Academy of Art cuando tenía 14 años. Fue aceptado a los 15, y en ese mismo año una de sus acuarelas fue aceptada para la exposición de verano de la institución, convirtiéndose así en el artista más joven en exponer. Gracias a que era un buen dibujante, desde los 20 años percibía buenos ingresos vendiendo acuarelas, reproducciones de su obra y grabados. A los 21 expuso su primera pintura al óleo titulada: “Fishermen at Sea” (1796) y a los 24 fue elegido miembro asociado de la Royal Academy. Tres años después, en 1802, se convertiría en académico, nuevamente el más joven en ser titulado, y finalmente profesor de perspectiva en 1807.
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Turner pasaría a la historia llegando a ser un excelente artista. Fue una figura controvertida en su tiempo, gracias a él, el paisaje es hoy en día un género mayor. Tanto en óleo como en acuarela fue magistral, además se adelantó medio siglo al impresionismo, y la abstracción. Es considerado como «el pintor de la luz». La técnica pictórica con la que logró crear atmósferas y ambientes envolventes más adelante, se conocerían como impresionismo, y abstracción.
No siempre se supo ganar el aplauso del público. En sus últimos años tenía fama de misántropo (persona que huye del trato con otras personas o siente gran aversión hacia ellas). Generó polémica entre los críticos de la época. Sin embargo, tuvo la suerte de contar con el apoyo del crítico de artes inglés más importante de la época, John Ruskin, quien comentó sobre Turner: “El más grande de su era, el padre del arte moderno”.
Artista romántico interesado en la filosofía de lo sublime; Turner retrata el asombroso poder de la naturaleza sobre el ser humano. En sus obras hay fuegos, catástrofes, hundimientos, fenómenos naturales plasmados de una manera bella. En sus lienzos, como otros románticos, considera el paisaje natural como un reflejo de su humor dando paso a ambientes subjetivos. Turner mostró el poder violento del mar: “Dawn after the Wreck” (1840) o el “Barco de Esclavos”, 1840, son buenos ejemplos. Más que expresar la naturaleza incorporó su propia emotividad susceptible al contexto social e histórico. No coqueteó con el concepto de lo pintoresco, más bien apostó por lo sublime tratando de obtener en sus cuadros el lado dramático y catastrófico de la naturaleza.
Se cuenta que le gustaba terminar sus cuadros momentos antes de inaugurarse una exposición, porque de esta manera podía ver la obra de sus rivales y dar un vuelco a su propio trabajo para darle un destello de color y luminosidad que marcaban la diferencia.
No se casó por pensar que eso le restaría tiempo y oportunidades para adentrarse más en el arte. Viajó mucho, recorrió Europa Occidental, incluyendo los Países Bajos, Francia, Suiza e Italia, en 1819-1820 y 1828-1829. Estudió a otros artistas, fue buen conocedor de Poussin, Rembrandt o Claudio de Lorena: como este último, realizó grabados dando testimonio de sus obras para evitar falsificaciones.
Además, legó su producción al Estado británico, es por eso que la Tate Gallery tenga una extraordinaria colección suya. Turner dejó también una generosa fortuna que pidió fuera invertida en ayudar a lo que él llamaba “artistas desmoronados”, así daba su apoyo a quienes carecían de recursos.
Su “Venus tumbada” (1828) recuerda a muchos a las Majas goyescas, a la “Madame Récamier” de David o a la “Paulina Borghese” de Canova y otros también encuentran sus precedentes en Giorgione o Tiziano. Pero es importante mencionar que, en época contemporánea, esta postura es inusitada y las mujeres con ella dejan de ser Venus. Destaca el contraluz luminoso y un cuerpo tan restallante que parece un haz de luz blanco en el que apenas se aprecia el desnudo, que contrasta con la colcha roja. En la entrada monumental se proyecta la luz de la escena, cincelando la figura.
Poco a poco en relación al estilo de su técnica, su producción se iba haciendo cada vez más abstracta, y lo vemos en sus “Peace – Burial at Sea” (hacia 1842), de contrastados efectos lumínicos. La noche, el claro de luna y la ligera niebla son los puntos románticos más exultantes y el reflejo del cielo en el agua se convierte en la unidad envolvente de todo: los fuegos resplandecen sobre la superficie. El mar presenta tonos de óxido que lo convierten en un elemento multicolor: la investigación sobre la luz en esta época era importante tanto a nivel artístico como en sus implicaciones morales, físicas…
En sus marinas (paisajes de mar) los puertos y los barcos tienen una resonancia simbólica: se convierten en metáforas del viaje, la vivencia y el fin del trayecto. Así, el paisaje de Turner nos introduce a contemplar una carga simbólica que antes se reducía a la acción humana (como en los paisajes académicos).
En “Tormenta de nieve: Vapor frente a la bocana de un puerto” (1842) es evidente su inspiración en mar embravecido y un cielo agitado: un escenario sublime en el que los barcos luchan y realizan conmovedores y emocionantes intentos por acercarse al puerto. La obra ya más abstracta se va transformando en un conjunto de manchas, aportando elementos cambiantes de luz, de modo que sólo con una percepción atenta podemos distinguir el barco de vapor y la bocana (paso estrecho de mar que sirve de entrada a una bahía).
Turner se sumergió en la experiencia de la tormenta, por eso también fue denominado “el cazador de tormentas”. Desde allí la pinta, ve la confusión envolvente y pone al espectador en el centro de un lugar, de un ambiente: lo empapa de una atmósfera en la que se pueden experimentar emociones que nos elevan de la vida cotidiana. Para enfatizar la emoción de una escena, empleaba tonos vivos enraizados en el realismo pero que eran radicalmente atrevidos a la vez.
Vivió sus últimos días aislado y de manera muy solitaria. Murió en su casa en Cheyne Walk, en Chelsea, Londres, el 19 de diciembre de 1851. Conforme a sus deseos, fue enterrado en la catedral de San Pablo (St Paul’s Cathedral). Su última exposición en la Real Academia fue en 1850. Hoy en día existe el prestigioso Premio Turner, bautizado y creado en su honor en 1984.
Sin duda en Turner podemos apreciar como rompió paradigmas, revelando su propio estilo. No fue conformista. Siempre pretendió vivir de su arte y participar del mercado del arte. Si viviera en esta época seguramente habría buscado apoyo sobre algún tratamiento psiquiátrico, tomando en cuenta el antecedente de lo que padeció su madre. Turner siempre requirió tener un apoyo y dependió mucho de su papá, y al morir este, cayó en una gran depresión. ¿Tenemos idea de lo que significa vivir con depresión? ¿Somos tolerantes y empáticos? Quizá podríamos preguntarnos y también reflexionar sobre la salud mental, el arte como terapia, y la gran sensibilidad con la que nacen los grandes genios artistas.
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