por Rosaura Ávalos Pérez
La demanda de servicios y de atención del creciente grupo de población adulta mayor en nuestro país es cada vez más diversa. Ese 9% de la población, según el INEGI (2010), se conforma por un grupo heterogéneo en tanto a su situación de vida y a las necesidades que habrá de atender
Según datos de la CELADE/CEPAL (2006), en 1950 el porcentaje de envejecimiento en la población mexicana era del 7.1%. Descendió en 1975 a 5.7%, y se elevó en 2000 a 6.9%. En tanto que para 2025, se incrementará al 13.9%, y para el 2050 hasta 26.5%.
Seremos también más longevos. Se estima que en 2020 la esperanza de vida será de 78 años, y en 2050 los mexicanos vivirán en promedio 81 años, según proyecciones del Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (INEGI, 2000).
En 2010, según el Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL), 3.5 millones de personas mayores de 65 años en México se encontraban en pobreza. De ellas, 800 mil vivían en pobreza extrema. Respecto a los derechos sociales, se observaron rezagos importantes en esta población en varios aspectos, como el educativo (66.2%); la carencia por acceso a los servicios de salud (26.6%); por el acceso a los servicios de seguridad social (28.8%); por la calidad y el espacio de sus viviendas (10.4%); así como la carencia por acceso a la alimentación (21.4%). También se reportó que el 19.2% de este grupo etario tuvo un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo.
El incremento de la población y de los años de vida son un reflejo claro del éxito de diferentes esfuerzos del Estado (en el siglo pasado) en la instrumentación de políticas sanitarias, educativas y de infraestructura, por nombrar algunas; así como de aquellas acciones que de manera individual se llevaron a cabo, como la promoción del autocuidado y el evitar los accidentes mortales, entre otras. Aun con todo ello, hay varias las asignaturas pendientes a las que habrá que ponerles atención, como lo muestra el CONEVAL.
Es importante señalar que la diversidad del envejecimiento de la población está fuertemente relacionada con las características de los lugares en que vive y a los diferentes factores (biológicos, sociales, culturales, políticos, económicos) que se ven involucrados. Ser viejo implica no sólo considerar la edad, sino también las relaciones sociales que se establecen, incluso la percepción que se tiene de ella. De ahí que envejecer en el ámbito urbano, en el rural o pertenecer a un grupo indígena dota de condiciones de vida diversas y da cierto sentido a la vejez.
El tema del envejecimiento es un tópico que, en nuestro país, ha llevado a diversos estudiosos de múltiples disciplinas a generar un cúmulo de conocimientos sociológicos, antropológicos, demográficos, que dan cuenta de la situación que prevalece en esta materia, así como de los problemas que se asocian a este fenómeno (Montes de Oca, 2010; Montes de Oca y Garay, 2010; Ham, Ramírez y Valencia, 2008; Arroyo, 2009; Benítez, 1998; Quintanar y Teracena, 2008; Enríquez, 2007; González –Celis y Padilla, 2006; Reyes, 2002; Vázquez, 2003; Casas, 1998).
Si bien el tema ha permitido desarrollar múltiples investigaciones, también ha concedido mostrar los problemas que están asociados a las condiciones en las que la población envejece. Dichos problemas son un tema que requiere de un conjunto de acciones que brinden atención a esa población que se encuentra en desventaja social. De ahí la importancia de diseñar modelos de atención que conjuguen esfuerzos de diferentes niveles para generar operaciones que lleven a dejar atrás esas condiciones desventajosas que no permiten que las personas adultas mayores gocen de calidad de vida.
El modelo, apunta Viscarret (2007), nos sirve para traducir las situaciones a las que se enfrenta el profesionista que pretende explicar lo que ocurre y dar cuenta de lo que está pasando con el envejecimiento de la población. El modelo sirve también para orientar y guiar la práctica profesional, para que ésta se encuentre fundamentada y garantice una mayor adaptación al problema que se va a atender.
El escenario que se nos presenta en torno al envejecimiento de la población en este siglo XXI marca un conjunto de retos a nivel gubernamental, institucional, comunitario, familiar e individual. De ahí que lo que se propone es diseñar modelos de atención que permitan perfilar las acciones que en materia de salud, educación, empleo, vivienda, recreación y cultura que se puedan llevar a cabo en el contexto nacional, estatal, municipal, e incluso a nivel comunitario. La intención implica un esfuerzo multidisciplinario, con claros paradigmas sobre el envejecimiento, en un marco de derechos y con una guía ética para llevar a cabo esa atención.
Esta inquietud me ha llevado a proponer un esquema que traza y entreteje algunos de los elementos arriba mencionados. Considerar un modelo de atención para las personas adultas mayores implica pensar de manera macro y micro social, pensar en las interrelaciones que tienen los aspectos socioculturales e institucionales que entran en juego. Involucra también los recursos existentes, así como las limitantes que se tienen para desarrollar las acciones; y, de manera general, enlaza las intenciones con las acciones. Así pues, a continuación se muestra el esquema que podría guiar el diseño de los modelos de atención.
Finalmente, el modelo es una de las varias opciones que tenemos para brindar una atención más sistematizada, integrada y, sobre todo, con una amplia posibilidad de retroalimentar el quehacer profesional que día con día nos demanda el cambiante perfil del envejecimiento de la población. Con una debida capitalización del modelo, se abrirá la posibilidad de atender los rezagos de aquella población que ya vive la vejez, y permitirá la adopción de medidas precautorias en aquellos grupos que están envejeciendo.
Es importante contar con una visión en la que los adultos mayores se miren como un grupo que tiene mucho que abonar todavía a la sociedad, y, al mismo tiempo, la sociedad también tiene mucho que retribuirles a ellos. Quizá valdría la pena repensar en “una sociedad para todas las edades”, que, por otro lado, ya en la década de los años noventa se promovía.
En la heterogeneidad del envejecimiento, llama la atención lo que varios autores conocen como la feminización de la vejez, pues, según datos del INEGI (2010), las proyecciones de vida son mayores para ellas. Para 2030, las mujeres apenas rebasarán los 80 años de vida, en tanto que los hombres tendrán una esperanza de vida de 76 años. Aunque ello no significa que esos años más de vida los vivan en mejores condiciones, sino en que muchas ocasiones la pobreza, la enfermedad y los maltratos son características de esa etapa de la vida de las mujeres.•
Referencias:
I. ARROYO RUELAS CONCEPCIÓN (2009). Dependencia y cuidados en la vejez avanzada de hombres y mujeres en la ciudad de Durango. Un análisis de la subjetividad y la formación de identidades. Tesis de doctorado en Filosofía con orientación en Trabajo Social y Políticas Comparadas de Bienestar Social, UANL, México.
II. BENÍTEZ-ZENTENO, RAÚL (1998) La transición demográfica en México: problemas y consecuencias. En Benítez-Zenteno, Raúl. Población y Políticas en México. Antología, Miguel Ángel Porrúa, Coordinación de Humanidades, Instituto de Investigaciones Sociales, México, pp. 13-81.
III. CASAS TORRES GARCIELA (1998). Violencia intrafamiliar en la tercer edad. En Revista de Trabajo Social No. 20 Enero – Marzo, ENTS UNAM, México, 16- 20 pp.
IV. Centro Latinoamericano y Caribeños de Demografía (CELADE) División de Población de la CEPAL (2006). Manual sobre indicadores de calidad de vida en la vejez. Santiago de Chile.
V. Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL)( 2010). Población Adulta Mayor y Pobreza. Nota informativa. México
VI. GONZÁLEZ -CELIS ANA LUISA Y PADILLA ADRIANA (2006). Calidad de Vida y Estrategias de Afrontamiento ante problemas y Enfermedades en Ancianos de la Ciudad de México. En Univ. Psychol. Bogotá (Colombia) 5 (3): 501-509, octubre-diciembre de 2006
VII. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2000) XII Censo General de Población y Vivienda. México.
VIII. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2010) Censo General de Población y Vivienda 2010. México
IX. MONTES DE OCA VERÓNICA Y GARAY SAGRARIO (2010). Los arreglos familiares en la vejez: cambios y permanencias en los hogares mexicanos, 1992 – 2006. Ponencia presentada en el X Reunión Nacional de Investigación Demográfica en México, SOMEDE y El Colegio de México. Del 3 al 6 de Noviembre.
X. MONTES DE OCA, VERÓNICA (2010). Pensar la vejez y el envejecimiento en el México contemporáneo. En Revista Renglones, No. 62 Marzo – Agosto Universidad Jesuita de Guadalajara, 159 -181 pp.
XI. QUINTANAR OLGUÍN FERNANDO Y TARACENA RIUZ B. ELVIA (2008). Reconocimiento del envejecimiento a partir de eventos significativos en acianos rurales en México y España. En Psicología y Salud, Julio – diciembre, ano/vol. 18 número 002. Universidad Veracruzana, Xalapa México, pp. 155 – 164.
XII. REYES GÓMEZ, LAUREANO (2002) Envejecer en Chiapas. Etnogerontología Zoque. Universidad Autónoma de Chiapas, Universidad Autónoma de México
XIII. VÁZQUEZ PALACIOS, FELIPE (2003). Contando nuestros días. Un estudio antropológico sobre la vejez. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México
XIV. Viscarret Juan Jesús (2007). Modelos y métodos de intervención en Trabajo Social. Editorial Alianza, Madrid.
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