Un mal inicio: el abandono de la lactancia materna

por Mario Luis Fuentes

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT, 2012), en México sólo 15 de cada 100 niñas y niños menores de 6 meses son alimentados, como dictan las recomendaciones internacionales, exclusivamente con leche materna. De acuerdo con la Secretaría de Salud, cada año enferman más de 2.5 millones de niñas y niños por padecimientos que la leche materna ayuda a prevenir: sólo en 2012 el Sector Salud diagnosticó a más de 23 mil niñas y niños con desnutrición leve.


De acuerdo con los datos del INEGI, en los últimos 10 años fallecieron, como promedio anual, poco más de 30 mil niñas y niños antes de cumplir el primer año de vida. Las causas son múltiples: desde las malformaciones congénitas, hasta la aberrante persistencia de defunciones debido a males en exceso evitables, como los denomina la Organización Panamericana de la Salud.

Es cierto que en la mayoría de los casos hay determinantes sociales de la salud que impiden el cumplimiento de este derecho para millones de niñas y niños; sin embargo, hay factores que también forman parte de la cultura y educación de las personas que contribuyen enormemente a potenciar los efectos y riesgos de un entorno hostil.

Uno de estos factores es la drástica y peligrosa reducción de la práctica de la lactancia materna, la cual ha ido en acelerado descenso en los últimos años, sobre todo en lo que se refiere a la alimentación exclusiva de las niñas y los niños con leche materna, de manera exclusiva, en los primeros seis meses de vida.

Los riesgos

La leche materna es prácticamente un “tejido vivo” que contiene no sólo nutrientes, sino además anticuerpos, hormonas y otras sustancias que les permiten a las niñas y los niños estar protegidos frente a numerosos riesgos del ambiente. Debido a esta característica, la leche materna es insustituible y resulta falso que haya “fórmulas” que puedan cumplir con un papel similar.

De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT, 2012), en nuestro país las niñas y los niños enfrentan mayores problemas de morbilidad en lo relativo a la severidad e incidencia de las enfermedades infecciosas; las enfermedades diarreicas; la otitis; las infecciones respiratorias; el asma; la dermatitis; la obesidad en etapas de mayor edad; así como anemia y hasta leucemia en los casos más severos, debido a la no ingesta adecuada y suficiente de leche materna.

Para las madres la práctica de la lactancia materna es positiva, pues reduce los riesgos de padecer cáncer de mama y ovarios; agiliza la pérdida de peso posparto; se reducen los riesgos de padecer diabetes mellitus tipo II; y reduce también la incidencia de la depresión debido a un “destete temprano”.

Para las familias, el costo de no dar leche materna de forma exclusiva en los primeros seis meses implica mayores gastos en la compra de fórmulas lácteas, y, debido a que se incrementa la incidencia de enfermedades, es mayor el gasto en consultas médicas y medicamentos para atender a las niñas y los niños.

Las magnitudes

Los Anuarios de Morbilidad de la Secretaría de Salud muestran que las enfermedades que afectaron a las niñas y los niños menores de un año representan el 6.8% del total de enfermedades registradas por el Sector Salud en el año 2012; es decir, hay una enorme sobre representación de las niñas y niños en este grupo de edad en la carga total de la morbilidad en el país.

En efecto, según los datos de la Secretaría de Salud, de los 44.33 millones de casos de enfermedad registrados por el Sector Salud, 3.025 millones corresponden a las niñas y niños menores de un año.

De acuerdo con la información oficial, los padecimientos que en mayor medida afectan a las niñas y los niños son los asociados, entre otros factores, precisamente a la ausencia de la práctica de la lactancia materna. Así, de los 3.025 millones de niñas y niños menores de un año que enfermaron en 2012, un total de 2.43 millones lo hicieron por enfermedades respiratorias agudas.

378,184 casos corresponden a infecciones intestinales; 33,188 casos se deben a la conjuntivitis; 23,133 a las neumonías y bronconeumonías; además de una cifra similar de infecciones de las vías urinarias; 20,839 a la otitis media aguda, mientras que en 21,504 casos se diagnosticaron a niñas y niños con desnutrición leve.

Como ya se asentó, la mayoría de estos padecimientos están vinculados a determinantes sociales de la salud como la pobreza; la falta de infraestructura social básica; la carencia de acceso a servicios de salud; entre otros; pero es cierto también que la lactancia materna es un factor esencial y de suma eficacia en su prevención.

El descenso

La Organización Mundial de la Salud cuenta con tres recomendaciones generales en materia de lactancia materna; estas son: 1) Seis meses de lactancia materna exclusiva para las niñas y niños recién nacidos; 2) Lactancia materna continuada durante dos años o más, si así lo desean la madre y el niño y; 3) Alimentación complementaria oportuna, con alimentos adecuados, seguros y apropiados a partir de los seis meses, continuándose con leche materna.

En términos generales, los niveles de alimentación de las niñas y los niños menores de dos años con base en leche materna se han mantenido relativamente constantes en los últimos años. En efecto, los datos de las Encuestas Nacionales de Salud y Nutrición (ENSANUT), 1999, 2006, 2012, muestran que las niñas y niños en el rango de edad señalado han sido alimentados “alguna vez” con leche materna en órdenes del 92.3%, 90.4% y 93.7%, respectivamente.

Sin embargo, el problema se encuentra en el tema nodal, que es alimentar exclusivamente con leche materna a las niñas y los niños durante los primeros seis meses de vida. En este indicador, el descenso es dramático.

En efecto, en la ENSANUT 1999, el resultado fue de 20.3% de las niñas y los niños en el rango de edad señalado, con alimentación exclusiva de leche materna; en 2006 el indicador fue de 22.3%; mientras que en el año 2012 se ubicó en sólo el 14.4%; es decir, sólo 15 de cada 100 niñas y niños menores de 6 meses son alimentados de forma exclusiva con la leche de sus madres.

Por otra parte, uno de cada cuatro (25%) recibe leche materna pero utilizando complementos alimenticios, principalmente fórmula láctea; cifra menor al 30% y 35% identificados respectivamente en las encuestas de 2006 y 1999.

Asimismo, la Encuesta muestra que sólo el 55% de las niñas y niños entre 6 y 11 meses de edad reciben alimentos ricos en hierro, lo que abona a los niveles de desnutrición detectados en la niñez, sobre todo en edades tempranas.

Lo que hace falta

De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), es urgente reforzar las medidas de promoción de la lactancia materna, pero, sobre todo, ratificar e implementar el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna.

Este Código establece la prohibición de la promoción de “fórmulas” que sustituyen a la leche materna, dirigidas a madres y a médicos. Esta restricción se establece para los primeros 12 meses de vida de las niñas y los niños, dejando la posibilidad sólo para casos extremos en los que la madre está ausente o definitivamente le es imposible amamantar.

Se trata de una medida de suma complejidad, debido a los intereses de la industria, pues de acuerdo con investigadoras e investigadores del INSP, se trata de un mercado de más de 5 mil millones de pesos anuales, lo que ha llevado a una lógica perversa de comercialización de fórmulas lácteas a costa de la salud presente y futura de millones de niñas y niños en nuestro país. 

*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 26- Agosto- 2014, p.22

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