El típtico “El jardín de las Delicias”, obra de la colección permanente del Museo del Prado, muestra, en su parte central, una realidad compleja a través de un “mundo invertido”, mediante la cual Hieronymus Bosch (el Bosco), nos muestra que las cosas no siempre son lo que parecen; por lo que construye una realidad aparente, en la que las imágenes llevan a una auténtica inversión de la realidad.
Dos hombres desafían la ley de la gravedad, cargando a un oso invertido; lo mismo ocurre con un hombre desnudo, de cabeza, con medio cuerpo dentro del agua, y cubriéndose los genitales, en una actitud piadosa. Lo común en la obra de El Bosco es una gran cantidad de imágenes y escenas fantásticas inspiradas en los “entremeses” teatrales de la época.
Mujeres desnudas con aves y pavoreales en sus cabezas, hombres montando animales reales o fantásticos: caballos, cerdos, unicornios, estandartes imaginarios. Deseo y lujuria que se expresan en todas las figuras del cuadro, y que enfatizan la alerta que pretende hacer El Bosco en caso de sucumbir a este pecado mortal.
Puedes ver cápsulas previas de El Bosco, aquí
Los símbolos que utiliza el pintos son sumamente complejos, ricos en colores y en formas, lo que resutaba totalmente innovador en su época. Todo esto, en medio de una estructura de geometría y orden mediante los cuales se articula una composición maestra. Tal orden se opone al caos que reina en la zona baja del cudro, que se es la más cercana al espectador.
Aves alimentando a hombres; peces enormes, personas sentadas en frutas y otras que remiten a pasajes bíblicos, así como escenas profanas, que se ubican en una tensión permanente entre lo erótico y lo escatológico, y lo divino y sagrado.
Puedes ver aquí: “La fragilidad del mundo en la obra de El Bosco”
Frases clave: un mundo invertido; un mundo invertido de El Bosco
[…] ver aquí la cápsula previa sobre “La inversión de las realidades” en la obra de El Bosco, también producida por el Museo Nacional del […]