A 17 años de estudiar, describir y analizar la seguridad alimentaria y nutricional en México, en especial en mi estado natal Guanajuato, siempre topo con pared al momento de ver operando la política social y económica en este país, con su rasgo distintivo de desigualdad, lo cual trataré de ampliar más adelante.
Escrito por: Rebeca Monroy Torres
De acuerdo con el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), presenta un Informe sobre la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (IEPDS), que mide el impacto, así como la efectividad de las políticas sociales en torno a la pobreza. El diagnóstico del indicador social y económico de la pobreza multidimensional así como el comportamiento de la pobreza laboral, rezago social para el 2023, se observa que un 50.8% de la población en México, presenta algún nivel de pobreza; pero aún la situación se complica cuando analizamos el otro porcentaje que no está o cae dentro de esta clasificación, es decir la población sin algún nivel de pobreza (49.2%); se observa que el 18.3% no es pobre y no vulnerable mientras que un 10.1% es vulnerable y, 20.9% vulnerable por carencia social, es decir, un porcentaje de la población no será considerada pobre pero presenta un nivel de vulnerabilidad.
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La traducción a lo anterior es que en algún momento de la vida y ante cualquier contingencia, las personas presentarán una alta probabilidad de poder movilizarse de una clase media baja a pobreza moderada, es decir, es muy fácil la movilización social a estratos de vulnerabilidad. La brecha para cruzar de ser vulnerable a pobre es delgada y, la contingencia por la COVID-19 así lo demostró, al observar un incremento en las cifras de pobreza (multidimensional) que desde el 2016 ya se observaba un deterioro como se muestra en el cuadro 1, con la población en situación de pobreza y a la de carencia por acceso a la alimentación nutritiva y de calidad. Esté ultimo indicador tiene impacto en la salud, que cuando hablamos de impactos en el crecimiento y desarrollo de los infantes, se traduce en mayores gastos y pérdida de años de vida, a mediano y largo plazo en la población que lo padece, además vale la pena resaltar que la inseguridad alimentaria y las vulnerabilidades en salud tienen rostro de mujer y niñez.
Respecto a los ingresos, el salario mínimo que acuerdo a CONEVAL “debe ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. El salario mínimo para este 2023, tuvo un aumento del 20%, siendo de $207.44 pesos que corresponde a $4148.8 mensuales. Este monto de acuerdo con la definición de salario mínimo mencionado, no logra de forma digna el desarrollo de una persona, menos de una familia (promedio de 4 integrantes). De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es uno de los países cuya medición de pobreza, con base al ingreso familiar, está muy por debajo, pero, que los impactos son sistemáticos y estructurales, ya que los niveles de pobreza extrema que viven las familias serán las que tendrán imposibilitada la movilidad social y por ende acceder a los derechos para su desarrollo. Por ejemplo, observamos como el incremento de los hogares que presentan una falta de acceso a una alimentación nutritiva y de calidad, refleja y explica, ese abandono sistemático a dar importancia a comer bien, a nutrirse bien, en que, con los programas y ayudas condicionadas, la gente por ende responderá, valorará, apropiará y saldrá adelante. Pero la vulnerabilidad y sus efectos, obedece a una estructura social y económica que como ya mencioné imposibilita la migración de las personas a otras situaciones económicas. Por ejemplo, el precio de la canasta en México a pesar de ser considerado un país autosuficiente por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), es elevado e inaccesible para alcanzar una alimentación nutritiva y de calidad, impidiendo que los hogares avancen a un seguridad alimentaria y nutricional. Comer bien, de calidad y cantidad implica toda una sistematización y abordaje integral de las personas. La siguiente imagen muestra la evolución de las carencias sociales en México.
Pero el tema que quisiera dejar en reflexión es ¿qué papel tenemos la clase media? Cuando se habla de disminuir las cifras de pobreza, o es que acaso ¿no tenemos conciencia de clase?.
Recientemente leí el libro de la autora Viridiana Ríos titulado “No Es Normal: El Juego Oculto que Alimenta la Desigualdad Mexicana y como Cambiarlo” y, mi sorpresa fue encontrar que en México sólo un 12% es considerada de clase media y, un 18.3% no es pobre y no es vulnerable, haciendo referencia a lo social y a lo económico. Para complicar más el dato, es que la autora cita un estudio sobre la percepción de ser de clase media, donde la estadística en este país es que del 1% de los ricos o extremadamente ricos, dos terceras partes se percibe de clase media; otro dado sorprendente es que la población con pobreza moderada, se perciben de clase media. Es aquí el grave problema de nuestra sociedad mexicana, que la política social y fiscal, representa a estos dos extremos de la población (Ricos y pobres extremos), mientras que, a la clase media, quien sostiene la economía de este país y por ende se debiera proteger, está invisibilizada y sesgada sus cifras, porque no hay conciencia de esta clase.
La evidencia apunta a que, si protegemos a la clase media, con políticas fiscales propias y diferenciarlas del 1% de la población rica o extremadamente rica, podremos prevenir que esta migre a algún nivel de pobreza.
Esta misma reflexión aplicaría a las empresas, que al final las conforman las personas. ¿Cuántas empresas micro, pequeñas y medianas empresas están al día?, o jugando las mismas reglas fiscales de las grandes empresas o de los grandes monopolios o peor aún, con la misma percepción de clases; ¿cuántas de estas pequeñas empresas son proveedores de estas grandes empresas, que no pagan a tiempo o no pagan lo justo a las mismas; ¿cuántas no contribuyen con el pago de impuestos de forma proporcional a las ganancias?
Dejo los siguientes planteamientos para invitar a la reflexión, pero sobre todo a la acción:
¿Qué papel deben tener las cámaras empresariales? ¿Abogar y gestionar por unas políticas fiscales justas para estas pequeñas y medianas empresas o seguir protegiendo intereses de las grandes empresas, con el respectivo abono a la brecha de desigualdad económica? ¿Cuáles políticas sociales y económicas protegen o refuerzan a la clase media?
La misma reflexión aplica para los gobiernos y ciudadanos de clase media, que podemos impulsar desde una dialéctica un cambio en el juego fiscal y por ende económico. La pobreza no la resolveremos sólo con incentivos y sin promover el crecimiento a una clase económica que corre el riesgo de migrar a un nivel de vulnerabilidad, si no se realiza una revisión de las políticas económicas. Otra opción es invitar a que, como sociedad, sobre todo los que tenemos esta posibilidad, pasemos de menores expectativas a una mayor responsabilidad de enfrentar los cambios o desear los cambios a través de involucrarnos en la construcción y análisis de las políticas públicas.
Las consecuencias de la pobreza y la desigualdad no solo nos pronostican más enfermedad, violencia (inseguridad) y precariedad de nuestra sociedad. Por lo que visibilizar las condiciones sociales, regulatorias, culturales y económicas para una mejor comprensión, puede ser un camino que permita disminuir la pobreza en México.
Respecto a lo que en un inicio comentaba de mi estudio e interés en avanzar a un estado de seguridad alimentaria y nutricional, es que sólo resolviendo y atendiendo los problemas estructurales podemos lograr impactos en temas que tienen la misma conformación, como es lograr una mejorar alimentación y nutrición de las personas y al desarrollo ante un entorno cada día más desigual que urge detenerlo.
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Dra. C. Rebeca Monroy Torres. Nutrióloga Certificada por el Colegio Mexicano de Nutriólogos. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1. Profesora e investigadora de la Universidad de Guanajuato. Fundadora del Observatorio Universitario de Seguridad Alimentaria y Nutricional del Estado de Guanajuato (OUSANEG) y de la Revista de divulgación Científica REDICINAySA. Autora del libro “Guía para el Desarrollo de proyectos de investigación del área de la salud en una era sostenible”. rmonroy79@gmail.com
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