Escrito por 12:00 am 2015, Cultura, MS en Excélsior

Un país sin libros ni lectores

por Mario Luis Fuentes

Ningún país puede incrementar sus niveles de lectura sin bibliotecas públicas ni libros suficientes. Ambos datos cayeron drásticamente en los últimos 12 años. De acuerdo con el INEGI, en el año 2000 había 7 bibliotecas por cada 100 mil habitantes; en contraste, en el 2011 el dato fue de 6 bibliotecas por cada 100 mil personas. La disponibilidad de libros cayó, en el mismo periodo, de .5 libros per capita, a .3 libros per capita. Leemos 2.9 libros per capita al año; y nuestro nivel de comprensión de lectura es de los más bajos de la OCDE. Con estos datos, es difícil hablar de una sociedad que avanza hacia la equidad.


Ningún país puede transitar hacia una democracia consolidada, ni tampoco a una sociedad de bienestar pleno, sin contar con servicios culturales de calidad y oportunos, accesibles en todo momento y de manera universal, en todo el territorio nacional.

Una nueva cultura para la paz; y una nueva pedagogía para la democracia no son posibles sin acceso a recintos culturales; y particularmente, si la lectura no es una práctica cotidiana en todos los niveles y estratos socioeconómicos; pues sin lugar a dudas, leer permite ampliar las ventanas a través de las cuales se percibe la realidad, pero también a través de las cuales puede vislumbrarse la posibilidad del cambio y la transformación social.

Lamentablemente, en nuestro país la práctica de la lectura presenta niveles muy bajos. Se ha documentado constantemente que somos uno de los últimos lugares de la OCDE en ese rubro, y que hay un estancamiento de décadas en el promedio de libros que se leen per capita de manera anual.

Muy pocos lectores

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Lectura, 2012, en México hay apenas un 57% de la población que declara leer libros. Únicamente el 30% de la población declara haber leído libros en algún momento de su vida, pero que ya no lo hace; mientras que el 12% de quienes tiene 12 años o más declara que jamás ha leído un libro en su vida.

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Según los datos del CONACULTA, en el país se registra un promedio de 2.9 libros leídos por persona al año; siendo los grupos de edad más jóvenes (y también con mayor escolaridad), los que registran los más altos niveles: en efecto, entre la población de 18 a 24 años el promedio es de 4.2 libros al año.

Asimismo, el CONACULTA señala que entre la población con estudios universitarios, independientemente de su edad, se registran los más elevados promedios de lectura, con 5.7 libros por persona y año; nivel que se incrementa cuando se considera únicamente a los estratos socioeconómicos medios y altos, pues entre ellos el nivel es de 7.2 libros per capita al año.

En contraste con estos datos, el Eurobarómetro señala que en Suecia el promedio de personas que declaran leer habitualmente libros es de 71.8%, mientras que en Finlandia el promedio es de 68%. El dato disponible para Japón es de 91%, y el promedio de libros leídos per capita en ese país oscila entre los 35 y los 38 títulos al año.

Lo que se lee se entiende poco

Además de presentar muy bajos niveles de lectura en el país, lo que se llega a leer se comprende poco. Así lo evidencian los resultados de la Prueba PISA, 2012. En esa medición el resultado obtenido por las y los alumnos de secundaria fue de 424 puntos; nivel sumamente bajo si se compara con el promedio de 495 puntos obtenido por los países integrantes de la OCDE.

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En Hong Kong el resultado es de 545 puntos; en Japón de 538; en Corea del Sur es de 536; en Vietnam y Suiza, de 509 puntos; en Francia y Noruega se ubica en 504 puntos; mientras que en Reino Unido y en Estados Unidos los resultados son de 499 y 498 puntos, respectivamente.

Para dimensionar estas diferencias basta decir que en términos redondos, estamos frente a un rezago de aproximadamente 15 años en términos de capacidad lectora y uso apropiado del lenguaje respecto de nuestros principales socios comerciales.

No habrá lectores sin bibliotecas

México enfrenta un enorme reto en materia educativa; no sólo en lo que se refiere a los inmensos rezagos en cobertura en el nivel medio-superior y superior; en materia de calidad de la enseñanza y en superación del rezago educativo; sino también en lo relativo a la infraestructura complementaria en cultura y bibliotecas.

Así, los datos de que dispone el INEGI permiten plantear la pregunta respecto de ¿cómo convocar a generar mayores hábitos de lectura, si cada vez contamos con menos bibliotecas públicas en el país?

En efecto, el INEGI muestra que en el año 2001 había un total de 7,081 bibliotecas públicas en operación en todo el territorio nacional. Esto implica un promedio de una biblioteca por cada 15,347 habitantes.

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Si nos comparamos con otros países, la disponibilidad de bibliotecas por habitante es ínfimo. Por ejemplo, en España hay 14 bibliotecas por cada 100 mil habitantes; en Finlandia el promedio es de 17 bibliotecas por cada 100 mil; mientras que con los datos que tenemos, en nuestro país el indicador es de 6 bibliotecas por cada 100 mil habitantes.

Ni tampoco habrá lectores sin libros

El otro problema asociado a lo anterior es la baja disponibilidad de libros por habitante. En este indicador se presenta también un penoso retroceso, pues en las dos administraciones pasadas el número de libros disponibles en el país cayó drásticamente, generando un rezago de al menos 15 años.

En efecto, el INEGI documenta que en el año 2000 había en el país un total de 45.38 millones de libros disponibles en las bibliotecas públicas del país. Este dato implicó un promedio de .5 libros disponibles per capita en el país. Para el año 2011, en contraste, el dato disponible es de 37 millones de libros disponibles para una población mucho mayor a la que había en el año 2000.

Es decir, no sólo tenemos menos libros, sino que al haber más población, el promedio disponible per capita cae drásticamente. En efecto, el dato disponible implica que en el 2011 teníamos .3 libros per capita en el país; un dato que sin ambages puede calificarse de impresentable. 

*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 26- Mayo- 2015, p.28

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