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Un panorama desalentador*

por Karem Merielle / Adán Peña / Daniela Gutiérrez / Víctor Vargas

Desde los viejos tiempos en que la juventud era una noción difusa en el ciclo de la vida de los seres humanos y se pasaba de la infancia a la edad adulta para el trabajo o la guerra, hasta los nuevos tiempos en que la juventud representa una idea de fuerza, idealismo y creatividad, la vida de los jóvenes como segmento social ha sido azarosa y no siempre se les ha ubicado en el papel que les hubiera correspondido jugar en el desenvolvimiento de las sociedades modernas.


En este largo andar por el mundo, generaciones de jóvenes han vivido épocas de auge y de crisis políticas y económicas que han marcado sus vidas para bien o para mal en aspectos personales, familiares y sociales. Han sido la punta de lanza de cambios sociales o han pagado una cuota de sangre por los errores de quienes no han gobernado con responsabilidad y prudencia.

México es un claro ejemplo en el acontecer de la vida de los jóvenes. Las dos generaciones de entre 15 y 29 años que vivieron entre 1950 y 1980 se beneficiaron del auge del desarrollo estabilizador que propició un crecimiento anual de 6% del PIB, en tanto que las dos generaciones siguientes que vivieron entre 1980 y 2010 en una economía de libre mercado cuyo PIB sólo creció 2% han subsistido con empleos precarios, menores ingresos y mayor pobreza (INEGI, 2013).

En la primera época señalada el gobierno mexicano pudo poner en práctica políticas públicas que impulsaron el crecimiento económico y el desarrollo social. La reforma agraria y el proceso de industrialización generaron empleos e ingresos, los sistemas de educación, salud y seguridad social apoyaron la movilidad y el bienestar social.

Los jóvenes del campo a los 16 años automáticamente se convertían en sujetos de derechos agrarios y en su mayoría recibían tierras que al ser puestas en producción coadyuvaban al desarrollo industrial. Los jóvenes de las ciudades, además de aumentar sus niveles de escolaridad, tenían acceso al trabajo por la creciente industrialización y, en consecuencia, a la seguridad social.

Esa realidad explica en buena medida que el bienestar alcanzado creara condiciones de estabilidad política y paz social hasta los años noventa, salvo las acciones guerrilleras de los años setenta en las zonas de mayor atraso en el país como Guerrero y Oaxaca. Antes no se registraron levantamientos armados ni derrocamientos de gobiernos constituidos legalmente, como ocurrió en otros países latinoamericanos. El caso de Chiapas fue una primera llamada.

Hoy los jóvenes tienen más educación, pero menos empleos; tienen más derechos, pero no los pueden ejercer; tienen más información y menos acceso al poder; tienen más autonomía y menos capacidad de concretarla; tienen más creatividad y habilidades, pero no las pueden utilizar.

Una proporción importante de los jóvenes han pasado de tener una actitud de seguridad en la igualdad de oportunidades y en el ascenso social, a otra de escepticismo, frustración e inseguridad. De la seguridad en que el esfuerzo tendrá rendimientos equivalentes a la incertidumbre de no poder realizar sus fines educativos, productivos, personales y tener que participar en actividades delictivas de toda naturaleza para eludir la pobreza, la desigualdad y la marginación.

En los casos en que los jóvenes encuentran empleos, éstos son precarios, sin seguridad social y con bajos niveles salariales como resultado de una política económica que permitió una excesiva concentración del ingreso. La ENIGH 2012 revela que entre 1976 y 2011 los salarios bajaron su participación del 43% al 30% del ingreso nacional, y las utilidades brutas lo incrementaron del 53% al 69%. El salario perdió 13 puntos y las utilidades ganaron casi 16 (INEGI, 2012).

Por ello no debe extrañar que el país haya padecido en las dos últimas décadas la mayor diáspora de emigrantes en la historia moderna, cuando ocho millones de mexicanos dejaron su país por no tener oportunidades para subsistir con dignidad en su patria (ONU, 2013).

Los jóvenes tienen actualmente un peso específico importante en la estructura demográfica de México. De un total de 118 millones de mexicanos, 31.2 millones, o sea el 26.3%, son jóvenes de entre 15 y 29 años, los cuales plantean demandas crecientes de acceso al desarrollo, principalmente en los ámbitos de la educación y el trabajo para satisfacer sus necesidades y para alcanzar un mayor bienestar. (CONAPO, 2013).

De los jóvenes que trabajan, casi el 38.9% se ubica en puestos de trabajo formales y el 61.1% en actividades informales. Es preocupante el hecho de que a mayor escolaridad haya mayor desempleo juvenil. El desempleo sólo afectó al 3% de los jóvenes con primaria incompleta y al 40% de los jóvenes que habían concluido estudios en los niveles de educación media y superior respectivamente (INEGI, 2010).

En México entre 2010 y 2012 la pobreza se elevó de 52.8 a 53.3 millones. En este universo, 8.2 millones de jóvenes viven dentro del tramo comprendido entre la pobreza moderada y la extrema, esta última sobre todo en los 849 municipios de alta y muy alta marginación que existen en l país (CONEVAL, 2013).

Las repercusiones de lo anterior en salud y seguridad social, educación y empleo son contundentes, negativamente, para los jóvenes. El 27% y 69% de los jóvenes no tienen acceso a los servicios de salud y seguridad social, respectivamente. Sus condiciones son peores que las del promedio general de la población, cuyos porcentajes correspondientes son 21.5% y 61% (CONEVAL, 2013).

Todavía resulta más preocupante que la principal causa de muerte de los jóvenes sea los homicidios, el 27% de las defunciones, los cuales se han duplicado en el último lustro y son indicadores del alto nivel de cuota de sangre que han debido pagar para la oferta expansiva de reclutamiento del narcotráfico y el crimen organizado (INEGI, 2011).

En cuanto a la educación, los jóvenes enfrentan una baja calidad y problemas de cobertura especialmente en los niveles medio superior y superior. La educación media superior cubre al 65.8% de la demanda y el 13.9% abandona los estudios.

La educación superior sólo abre espacios al 28.5% de la población y el 7.6% deserta. En las universidades tecnológicas abandonan los estudios el 35%. Las becas para coadyuvar a resolver los problemas económicos de los estudiantes son insuficientes para alentar una mayor inscripción y eficiencia terminal (SEP 2012).

En el andamiaje jurídico y en el conjunto de políticas públicas de las instituciones del sector público no se refleja en forma explícita una voluntad política para impulsar el desarrollo de la juventud, pues no hay una política transversal explícita para los jóvenes ni una instancia que aglutine o coordine los esfuerzos que realizan de manera aislada las instancias federales o estatales que marginalmente les brindan apoyos.

En consecuencia de todo lo anterior, el país tiene un enorme reto para poner en práctica políticas públicas que abran nuevos caminos a los jóvenes. Ya no hay posibilidad de entregar tierras, hay un fenómeno de desindustrialización y extinción de cadenas productivas que limita la creación de empleos, alienta la informalidad y propicia la baja productividad y competitividad; por lo tanto, habrá que innovar y ser más creativos.

Así, es necesario construir una nueva capilaridad entre el gobierno y los jóvenes, con políticas que conozcan su realidad, que los posicionen como agentes de cambio, construyendo alternativas de futuro en una situación de socios sin paternalismos ni clientelismos y reconociéndolos como portadores de derechos.

Como se señala en el Plan Nacional de Desarrollo 2013: “México es un país joven: alrededor de la mitad de la población se encontrará en edad de trabajar durante los próximos veinte años. Este bono demográfico constituye una oportunidad única para el desarrollo del país”, desperdiciar esta coyuntura sería una tragedia para nosotros hoy, para nuestros hijos mañana.•

*Agradecemos la colaboración del Ing. Carlos Rojas Gutiérrez en la elaboración de este artículo

Referencias:

I. Banco de Información Económica, INEGI, México, 2013

II. Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2012, INEGI, México, 2013

III. World Population Prospects: The 2012 revision database, ONU, New York, 2013

IV. Proyecciones de población en México 2010-2050, CONAPO, México, 2013

V. Censo Nacional de Población y Vivienda 2010, INEGI, México, 2011

VI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2012, INEGI, 2013

VII. Resultados de pobreza a nivel nacional y por entidades federativas 2010-2012, CONEVAL, México, 2013

VIII. Estadísticas de mortalidad, INEGI, 2011

IX. Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2012, INEGI, México, 2012

X. Estadísticas judiciales en materia penal de los Estados Unidos Mexicanos 2011, INEGI.

XI. Sistema Nacional de Información Estadística Educativa, SEP, México, 2013

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