por Patricia López Guerra
Sin la posibilidad real de otro movimiento armado que les permita conquistar o reivindicar sus derechos sociales, los mexicanos sólo tienen un camino, uno que ya establecieron las sociedades altamente civilizadas del norte de Europa, que ya siguieron las del norte de América, y por el cual ya se aventuraron incluso las del sur: el de la organización legalmente establecida, profesional y especialista en una causa social
No somos un pueblo que destaque por su gran capacidad de organización, como el danés, el holandés, el estadunidense o el alemán. Históricamente, esto nos ha llevado a guerras internas encabezadas por intereses no necesariamente populares, a una creciente corrupción del sector público −que cada sexenio se sorprende y se aprovecha de la escasa vigilancia ciudadana−, y al retraso en la solución de problemas sociales tan antiguos que ya se convirtieron en tradiciones, como la pobreza y la desigualdad.
Somos un pueblo que ha prosperado a la sombra y a la espera de la voluntad gubernamental. Nuestra historia se ha escrito con una débil intervención de la sociedad organizada. Participamos esporádicamente, como carne de cañón en las guerras o como masas revueltas que cruzan una boleta electoral sin la necesidad –o el deseo− de responsabilizarse por los elegidos. Cuando se trata de elegir a quienes tomarán las decisiones públicas, seguimos firmando cheques en blanco.
Entonces, ¿cómo hablar de la posición que ocupa la Sociedad Civil mexicana en el entorno internacional? Hoy día se utilizan tres indicadores para medir el grado de participación ciudadana y su impacto en un territorio:
Número de Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) registradas
1. Número de empleos que generan
Contribución al Producto Interno Bruto (PIB)
Analicemos objetivamente el lugar que ocupamos en el planeta para construir una estrategia que permita a los ciudadanos mexicanos el recuperar el terreno perdido.
1er indicador: Número de OSC registradas
Las OSC son “unidades económicas dedicadas principalmente a la promoción y defensa de causas de interés civil, como salud; educación; cultura; seguridad de la comunidad; derechos de los colonos; caridad; derechos humanos; protección al medio ambiente y a los animales (I)”.
El número de OSC es una prueba fehaciente de la capacidad de organización de un pueblo en el mundo moderno, del deseo de sus ciudadanos de abrirse espacio en las decisiones públicas y de su responsabilidad por habitar un territorio (algo semejante al antiguo honor troyano).
Siendo un país de casi 115 millones de habitantes, México cuenta con menos de 20,000 OSC(II) debidamente registradas y con acreditación ante el Estado (es decir, con CLUNI o Clave Única de Inscripción al Registro Federal de OSC). Para mantener vigente la capacidad de comparación internacional, este dato estadístico no puede incluir aquellos casos de grupos informales que carecen de registro legal (sin demérito de su gran valor social). Esto significa que hay una OSC legalmente establecida por cada 5,750 mexicanos.
Estados Unidos de América, con casi 315 millones de habitantes, registra alrededor de 2 millones de OSC. Es decir, hay una OSC debidamente registrada por cada 156 estadounidenses.
En Canadá residen 35 millones de personas y se han registrado aproximadamente 1 millón de OSC, revelando una proporción sorprendente: hay una OSC legalmente constituida por cada 35 habitantes.
Vayamos al sur del continente.
Con poco más de 42 millones de habitantes, Argentina alberga a poco más de 100,000 OSC, arrojando una proporción de una OSC en regla por cada 420 argentinos. En Colombia habitan casi 46 millones de personas y se han constituido aproximadamente 70,000 OSC, lo cual equivale a una OSC por cada 657 colombianos.
Los países europeos, como es de esperarse, registran proporciones más entusiastas.
2do indicador: Número de empleos que generan las OSC
Como cualquier otra unidad económica, las OSC no estamos exentas de la responsabilidad y del privilegio de generar empleos. Sin embargo, ello exige una administración eficiente que permita el mantenimiento de, al menos, un equipo de colaboradores que defienda, promueva y fortalezca la causa social que se abandera. Gran parte de las OSC en México no puede asegurar el pago de salarios, honorarios o compensaciones al personal, debido a la insuficiencia de recursos económicos que les permitan mantener una estructura mínima.
Este problema es más complejo de lo que parece a simple vista. Un porcentaje importante de las OSC mexicanas desconoce el conjunto de leyes, normas y reglamentos que regulan su actividad en el sector no lucrativo. Incluso, producto de la herencia colonial, algunas OSC piensan que no deben generar ingresos dado que el ser “no lucrativas” limita su potencial como unidades económicas.
Esto las introduce en un círculo vicioso: al no generar ingresos constantes, no pueden contratar personal ni tener instalaciones adecuadas, lo cual les impide ofrecer servicios profesionales en su comunidad. Desesperados por mantener su causa social a flote, los ciudadanos de estas OSC terminan en relaciones parasitarias, dependiendo de una modesta e inconstante fuente gubernamental que apenas les permite ayudarse a sí mismos. En estos casos, es natural que la comunidad perciba a las OSC como un puñado de arribistas que, con dinero público, son incapaces de provocar soluciones de largo plazo. Con esto viene otro daño colateral: la desconfianza de la comunidad se traducirá en la negativa a donar a las OSC, perdiendo la oportunidad de recurrir a otra fuente de ingresos tradicional para nuestro sector.
Evitar un final tan triste obliga a los ciudadanos que se involucran con una OSC a conocer el marco de leyes que regulan al sector, especialmente la sección de ingresos y los impuestos que generan, cuya supervisión queda en manos de la autoridad fiscal.
En un entorno tan gris, el sector de las OSC en México genera apenas un millón de empleos al año, de los cuales solo el 44% son remunerados y, el resto, esfuerzos gratuitos de voluntarios (III). Esto nos ubica en el último lugar de una lista de 22 países (IV) que generan empleos a través de sus organizaciones ciudadanas.
¿Es posible aspirar a otra realidad?
El sector de OSC en Estados Unidos de América genera el 8.2% del empleo remunerado del sector privado, triplicando el número de empleos del sector de agricultura, duplicando el total de empleos que genera la industria del transporte, empleando a 60% más trabajadores que la industria del comercio al mayoreo y la industria de seguros y servicios financieros (V).
Por otro lado, el cúmulo de OSC en Canadá genera el 12% del empleo de la Población Económicamente Activa (VI).
Si todavía queda duda sobre la gran oportunidad que tenemos los ciudadanos organizados en México (las OSC) de generar los empleos que queremos, basta revisar las tasas de crecimiento del empleo generado por diversos sectores económicos en los países desarrollados: en las últimas dos décadas, el sector de las OSC se ha convertido en uno de los motores más potentes para generar empleos (VII). ¿Existe un mejor trabajo que el que nos permite mejorar nuestra propia comunidad?
3er indicador: Contribución de las OSC al PIB
Nuevamente, y haciendo un esfuerzo por mantener el ánimo inquebrantable, México presenta un gran espacio de mejora en el rubro de contribución al PIB por parte de sus OSC. Todos los sectores económicos que cohabitan en un país deben realizar su correspondiente aportación a los ingresos nacionales, para mantener estándares mínimos de bienestar social. Y el sector “social”, o de las OSC, no está exento de esta obligación.
Entra en juego otra debilidad de las OSC mexicanas: la indefinición de su oferta de bienes y servicios sociales. Cuando se les pregunta cuál es su causa social (objeto social), gran parte de ellas responde “hacemos de todo”, inconscientes de la gravedad de su revelación: la falta de profesionalismo y especialidad. Como cualquier otra unidad económica, la OSC debe ser especialista para explotar sus ventajas competitivas, ofrecer a la comunidad servicios profesionales, y colocar en el mercado bienes sociales que le permitan satisfacer una demanda comunitaria, pero también para generar los ingresos necesarios para continuar operando. Nadie compra productos defectuosos, de la misma forma que nadie acude a una OSC a recibir un servicio improvisado y poco profesional, aunque lo provean personas con una intención inmaculada.
La indefinición y falta de profesionalismo en la oferta de bienes y servicios sociales, impide a las OSC mexicanas el participar exitosamente en un mercado altamente competitivo. Es un porcentaje ínfimo el de las OSC que logran generar una parte de sus ingresos por actividades relacionadas con su objeto social. Las demás no generan, dependen de lo que el gobierno puede o quiere otorgarles.
Éste es el panorama que ha provocado que la contribución del sector mexicano de OSC se limite a un 2% del PIB, comparada a la aportación del 5.2% del PIB por parte de las de Estados Unidos (VIII) y a la impactante generación del 7% del PIB de las de Canadá (contribución similar a la de la industria de minería, petróleo y gas, y superior a la aportación del comercio al menudeo) IX.
Conclusión
Los tres indicadores descritos en este documento revelan a los ciudadanos mexicanos uno de los mayores retos al que la historia los ha enfrentado. Con el poder del grupo y las armas letales de la ley y la prensa, los ciudadanos mexicanos harán escuchar y respetar sus causas individuales. Y entonces, sólo entonces, serán peligrosos.•
Bibliografía
I. Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI (2012). www.inegi.gob.mx . Incluye también: asociaciones de automovilistas, asociaciones de condóminos y clubes de pasatiempos sin instalaciones. Excluye: u.e.d.p. a proporcionar servicios de orientación y trabajo social mediante pláticas y conferencias para la prevención o combate de adicciones o enfermedades (624191, Agrupaciones de autoayuda para alcohólicos y personas con otras adicciones); a la promoción y representación de los intereses de profesionistas (813130, Asociaciones y organizaciones de profesionistas); a la promoción, regulación y normatividad de las actividades recreativas de sus afiliados (813140, Asociaciones regulatorias de actividades recreativas), y clubes de pasatiempos que cuentan con instalaciones (713992, Clubes o ligas de aficionados).
II. Instituto Nacional de Desarrollo Social, INDESOL (2012). www.indesol.gob.mx
III. Cuenta Satélite del Sector de Instituciones sin Fines de Lucro, 2008. INEGI.
IV. Incluye (en este orden) a Holanda, Irlanda, Bélgica, Israel, Estados Unidos de América, Australia, Reino Unido, Francia, Alemania, España, Austria, Argentina, Japón, Finlandia, Perú, Colombia, Brasil, República Checa, Hungría, Eslovaquia y Rumania.
V. The Nonprofit Sector in Brief (2007). Facts and Figures in the Nonprofit Almanac. Urban Institute, 2007. USA. No incluye empleo del sector público. Bureau of Labor Statistics (2005). Monthly Labor Report September 2005. Quarterly Census of Employment and Wages. Bureau of Labor Statistics, 2005.
VI. Statistics Canada (2008). Satellite Account of Nonprofit Institutions and Volunteering: 1997-2005. Statistics Canada, 2008.
VII. Salamon, Lester (1999). Global Civil Society: Dimensions of the Nonprofit Sector. Johns Hopkins University, Center for Civil Society Studies. Baltimore, Maryland, U.S.A.
VIII. The Nonprofit Sector in Brief (2007). Facts and Figures in the Nonprofit Almanac. Urban Institute, 2007. USA.
IX. Statistics Canada (2008). Satellite Account of Nonprofit Institutions and Volunteering: 1997-2005. Statistics Canada, 2008.
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