por Rogelio Flores
V de Vendetta (oV de Venganza) narra una historia sencilla en su planteamiento, pero bastante profunda y ambiciosa en su contenido; podría parecerse a cualquier historia de rebeldía y subversión si no fuera porque la manera en que el enmascarado V ataca al poder es mediante actos inspirados en el romanticismo y la literatura
Yo llegué a la literatura por los cómics, así me hice lector voraz cuando niño. Y es que la lectura del llamado noveno arte se caracteriza por terminar cada episodio, no con un desenlace, sino con un momento climático que abre la puerta a una nueva aventura. Con ello, mi mente no dejaba de maquinar qué iría a pasar con mis personajes favoritos en el siguiente episodio, ¿Batman podría escapar de las terroríficas (y absurdas) trampas de sus enemigos?; ¿Superman sucumbiría a sus propios súper poderes, convirtiéndose en un villano temible?; ¿Spiderman, por fin, podría ser feliz?
Muchos años han pasado desde entonces. El hombre murciélago y sus referencias góticas me condujeron al mundo extraordinario de Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft y Arthur Conan Doyle, mientras que el hombre de acero me hizo fantasear con el espacio y otros mundos, llevándome a Isaac Asimov y demás autores de ciencia ficción. El asombroso arácnido no recuerdo que me haya despertado la curiosidad por algún autor literario, pero me mostró una premisa que hoy considero un dogma: nunca es más grande el héroe que cuando es derrotado. Yo no sabía entonces que a eso se le llamaba tragedia, ni que en las tragedias todos nos sentimos reflejados.
Hoy día, hablar de cómic es habitual. Con la globalización la cultura (en particular la cultura popular) se ha diversificado, ampliándose no sólo hacia referentes de distintos pueblos, creencias e ideologías. También se ha ampliado hacia las generaciones, reinterpretando aquello que en un momento carecía de interés para algunos. Tan sólo hace unos años, el cómic seguía siendo considerado un objeto de consumo infantil. Actualmente se antoja difuso el momento en que dejó de ser así, cuando la historieta no sólo alcanzó la mayoría de edad, sino su estatura de narrativas compleja y profunda. Se antoja difuso, pero no lo es. Hay un punto reconocible en ello.
En los años ochenta, distintos autores, tanto dibujantes como guionistas, revolucionaron todo lo que tenía que ver con historietas. Dos de ellos, desde mi punto de vista, trazaron las rutas que se habrían de seguir en los próximos años: Frank Miller, escritor y dibujante de Sin City, entre otras historias, es uno de ellos. El segundo, y al que me referiré en este texto, es Alan Moore.
Alan Moore es un escritor poco habitual, que se ha desenvuelto principalmente en géneros como el fantástico, la ciencia ficción distópica y el terror; paralelamente, toma como punto de partida, ideológicamente hablando, al anarquismo, cuestionando siempre las estructuras de poder político.
A Alan Moore se le deben historias, entre muchas otras, como Watchmen, From Hell yV de Vendetta (que en México conocemos como V de Venganza), estas tres últimas, popularizadas masivamente por sus adaptaciones cinematográficas, de las que cabe mencionar que Moore se ha mantenido distante, al no estar conforme con su tratamiento, el cual ha considerado superficial.
Lo cierto es que, afortunadas o no, dichas versiones fílmicas de su obra le han granjeado muchos admiradores, quienes, más temprano que tarde, recurren a la obra original y conocen su extraño y fascinante mundo. La tercera que mencioné en líneas anteriores es la que ha cobrado más fama y seguidores, y ha trascendido más allá de las páginas del cómic y de las pantallas de cine, generando un culto iconográfico a uno de sus personajes, el llamado discretamente como V.
Partiendo de un futuro cercano y distópico, los años noventa del siglo pasado, vistos desde 1988, Moore nos narra cómo Inglaterra se ha convertido en la potencia más importante del mundo al abrazar un gobierno fascista, a la vez que Estados Unidos y la Unión Soviética (que existía como tal en el momento en que nació esa historia) son sólo restos de lo que fueron debido a las guerras nucleares. En esta sociedad fascista, un individuo cuya identidad se desconoce (por lo que podría ser cualquiera) emprende una serie de actos subversivos que buscan minar el poder autoritario, mediático y corrupto del gobierno británico, a la vez que pretende contagiar en los gobernados esa rebeldía, empoderándolos no como una masa humana, sino como un grupo de individuos en el que cada uno de ellos es tan importante y valioso como la suma de todos.
Sobra decir que en este Estado totalitario tanto el romanticismo como la literatura no sólo están prohibidos, sino que son objeto de castigo y aprehensión, lo mismo que otras manifestaciones artísticas y culturales que no emanen del discurso oficial. Aun así, en los alegatos de V podemos identificar a William Shakespeare; Alejandro Dumas; Johann W. Goethe; William Blake; Mark Twain; Aleister Crowly; Thomas Pynchon; e, incluso, Beethoven y The Rolling Stones.
De lo anterior, me surgen algunas preguntas: ¿Qué tanto ofende a un pueblo oprimido un Estado autoritario que prohíbe y persigue la cultura?; ¿hasta dónde se violan las garantías cuando no hay posibilidad de informar o informarse?; ¿en qué se convierte un individuo si se le arrebata la posibilidad de ser libre intelectualmente?
Finalmente, ¿hasta dónde puede llegar un individuo, o la suma de individuos, ante mecanismos de control de este tipo?
En 2008 nació Anonymous, seudónimo colectivo y omnisciente de Internet, personalidad colectiva que trasciende las fronteras territoriales y aboga por la libertad de expresión, la responsabilidad en los medios, así como la independencia de Internet. Dicho movimiento se basa en la idea de que “el conocimiento es libre” y no es raro que tome acciones en contra de la secrecía y lo que considere que atenta contra el bien común mediante ataques cibernéticos y robo de información, poniendo en un predicamento a distintas instituciones o empresas.
Uno de los iconos que hermanan a las huestes sin nombre que conforman Anonymus es la máscara de V, misma que fue diseñada por David Lloyd, el dibujante de V de Vendetta, a partir del rostro del conspirador inglés, Guy Fawkes. Nada mal para un cómic de los años ochenta que ante los embates del posmodernismo y el advenimiento de una nueva derecha política, más cuidadosa de sus formas, nos planteó que para no ser reducidos a una masa había que defender la individualidad y la cultura a costa de todo, para así desarrollarnos. Una apuesta romántica, a fin de cuentas.•
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