por Mario Luis Fuentes
De acuerdo con el INE, en México la mitad de la población no considera que la democracia sea la mejor forma de gobierno posible; esta insatisfacción está asociada con los bajos ingresos y el bajo nivel de escolaridad. Los datos de la OCDE al respecto son preocupantes: somos el país con mayor desigualdad entre ricos y pobres en el marco de este organismo, y también somos el país con el peor indicador relativo al porcentaje de personas que trabajan y tienen ingresos por debajo de la línea de la pobreza: en México es de 19%; el promedio de la OCDE es de 8.7%, y en Alemania, el mejor posicionado, de 3%
El próximo domingo 7 de junio se llevarán a cabo las elecciones intermedias para renovar a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, pero también se elegirán gobernadores, presidentes municipales, jefes delegacionales y congresos locales en diversas entidades y en el Distrito Federal.
Hasta ahora, las campañas políticas que se desarrollaron y que oficialmente concluyen el día de mañana hicieron evidente que nuestra democracia se encuentra en problemas; que la interlocución entre los partidos políticos y la ciudadanía está fracturada; que se siguen desarrollando modelos de campaña anacrónicos y que en poco abonan al desarrollo democrático del país; y que los discursos y retórica de las y los candidatos se encuentra alejada de los estándares esperables y exigibles para quienes aspiran a representarnos o gobernarnos.
Por otro lado, el cuestionamiento que la ciudadanía hace a la democracia está vinculado también de manera sustantiva a los resultados que se han tenido en el ejercicio de los gobiernos en todos los órdenes y niveles. Se trata de un malestar e insatisfacción con una forma de gobierno que no garantiza que lleguen al poder los partidos o personas capaces de generar mayores condiciones de bienestar y seguridad pública para toda la población.
En este contexto, se presenta el panorama general de desconfianza, malestar, pobreza y desigualdad en que se desarrollarán las próximas elecciones.
La mitad no valora a la democracia
De acuerdo con el Informe País, la calidad de la democracia en México, editado por el Instituto Nacional Electoral (INE), únicamente el 53% de la ciudadanía cree que la democracia es preferible a todas las otras formas de gobierno; de manera preocupante, documenta también que el 23% opina que a veces es preferible un gobierno autoritario; mientras que un 18% sostiene que da lo mismo un sistema democrático que cualquier otro.
El INE documenta que las personas de más bajos ingresos tienden a valorar menos a la democracia, lo cual resulta indicativo del malestar que existe respecto de los resultados que se tienen en los gobiernos. La lógica ciudadana parece ser sencilla: “hoy el voto de las personas cuenta más, pero su dinero cuenta menos”.
En efecto, entre los hogares en los que se tienen ingresos entre uno y dos salarios mínimos mensuales se registra un apoyo 19% menor a lo que se registra en los hogares que tienen ingresos que van de los 10 a los 30 salarios mínimos; dato que sin duda se relaciona con el apoyo que tiene la democracia entre las personas con mayor escolaridad, pues la democracia encuentra un respaldo 28% superior entre quienes tienen educación universitaria y de posgrado, que entre aquellas personas que sólo han concluido la educación primaria.
Campeón de la desigualdad
México se ubica como el campeón de la desigualdad entre los países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); de acuerdo con la más reciente medición de la desigualdad en el ingreso que llevó a cabo este organismo, aparecemos como la nación con mayor nivel de polarización en los ingresos de los más ricos y los más pobres.
Los datos de la OCDE no dejan lugar a dudas; en primer término, el organismo alerta que hoy estamos ante la mayor dimensión de la desigualdad que haya registrado entre sus integrantes. Así, en la década de los ochenta el 10% de la población de más altos recursos tenía, como promedio, siete veces más ingresos que el 10% con más carencias. Ahora en 2013, el 10% de más altos ingresos tiene en promedio, entre los países de la OCDE, 10 veces más ingresos que el 10% que está en la base de la pirámide.
En el caso mexicano las disparidades son realmente abismales, pues se considera que el 10% de más altos ingresos obtiene el 36.7% de los ingresos totales, mientras que el 10% más pobre sobrevive con únicamente el 1.2% de la riqueza que se genera en el país.
Asimismo, México se encuentra entre los países de la OCDE en los cuales los más ricos han incrementado sus ingresos de manera acelerada, mientras que los más pobres han visto decrecer sus recursos; así, para el 10% más rico sus ingresos han crecido entre 1985 y 2010 alrededor del 50%; mientras que para los más pobres los ingresos reales han disminuido en más de 10%.
Otro de los severos problemas detectados por la OCDE es que México aparece también como el país con mayor proporción de trabajadores con ingresos por debajo de la línea de la pobreza, con un 19% de la totalidad de la población ocupada en esa condición; mientras que, en contraste, el promedio de la OCDE es de 8.7%.
Para dimensionar la magnitud de nuestros retos, habría que señalar que Alemania, el país mejor ubicado en esta dimensión, tiene a un 3% de sus trabajadores con ingresos por debajo de la línea de la pobreza (la cual es mucho más alta que la mexicana); mientras que en países como Dinamarca y Finlandia la proporción es de 3% y 4.1%, respectivamente.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 02- Junio- 2015, p.25
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