Escrito por 12:00 am Cultura, Especial

Una forma de vida

por Víctor Inzúa

La problemática del trabajo infantil en México no surge en forma aislada, no es casual, sino que obedece y es resultado de profundos problemas estructurales originados por la crisis económica, tales como: bajo nivel educativo, la desintegración familiar, la inflación y la crisis de  las instituciones, entre otros, factores que inciden necesariamente en la expulsión de los menores del seno familiar al mercado de trabajo


El  trabajo infantil proviene de las condiciones de las familias en extrema pobreza que no logran satisfacer sus necesidades básicas, como la alimentación, el vestido, la vivienda, etcétera, y, por tanto, las hijas y los hijos (a temprana edad) se ven obligados a aportar un ingreso económico al hogar o para el sustento individual diario que les permita sobrevivir, sin considerar los riesgos y consecuencias, además de la privación de su potencial y su dignidad como seres humanos.

El trabajo infantil sigue siendo un fenómeno extendido y creciente en el mundo actual. Muchos niños en nuestro país trabajan en situaciones extremadamente peligrosas y en condiciones de explotación y abuso. Los riesgos a los que se enfrentan varían según la ocupación de que se trate y las condiciones de trabajo concretas; asimismo, la naturaleza y el alcance del trabajo infantil, sus formas y la gravedad de su explotación varían de una región(I) a otra y de un país a otro.

En México, como en otros países subdesarrollados, el trabajo infantil (informal) abarca un grupo cada vez más numeroso, y diversas empresas y trabajadores tanto rurales como urbanos.  Está presente en la agricultura, en la prestación de servicios y el pequeño comercio, aunque existe una prohibición constitucional, que retoma la Ley Federal del Trabajo, al uso del trabajo de los menores de 14 años. Prohibición conocida por casi todos los empleadores y también violada por todos ellos (Staelens.1991: 69).

En la Ciudad de México son tantos los menores obligados a realizar cualquier trabajo al integrarse al mercado laboral en condiciones de riesgo para su desarrollo físico e intelectual, como es el caso de los  niños “diableros” o carretilleros (que transportan variedad de mercancías en los mercados públicos); los menores empacadores o “cerillos” en las tiendas de autoservicio; los menores locatarios como “ayudantes” en los mercados públicos; los trabajadores domésticos; los limpiaparabrisas en algún crucero de alguna avenida; actorcitos callejeros; y en el comercio ambulante; entre otras actividades.

Posturas dispares

La gama de concepciones sobre el trabajo infantil abarca desde a aquéllos que lo definen como un proceso benéfico para la socialización de las niñas y los niños, hasta a quienes piensan que constituye una grave violación al derecho básico de la infancia: vivir su niñez (Barreiro. 2000: 2).

Debido a la complejidad que el trabajo infantil asume y a la multiplicidad de factores que lo constituyen,  no existe una única manera de abordarlo y aproximarse a él, lo que ha originado distintos enfoques con respecto a sus causas y efectos, y, por tanto, posturas dispares respecto de su existencia.

Ahora bien, el trabajo infantil suele describirse como el trabajo que priva a las niñas, los niños y a las y los adolescentes de su potencial y su dignidad, y que es nocivo para su desarrollo físico y mental (UNICEF.1999). Por otra parte, la OIT confirma que el trabajo infantil está profundamente arraigado en la estructura económica social, en las costumbres y en las tradiciones culturales de cada país, y, tal como es concebido en las convenciones internacionales y en las legislaciones nacionales, constituye una violación de los derechos humanos fundamentales de las niñas y los niños que debe ser proscrito sin reservas (OIT. 2002).

Bequele y Boyden plantean tres aspectos básicos para su comprensión: la función económica y social del trabajo infantil; el trabajo infantil ayuda a disminuir costos; y las habilidades especiales que resultan ventajosas para los empleadores (Barreiro. 2000:2). Asimismo, Bossio ofrece una definición a partir de tres criterios: la producción y comercialización de bienes no destinados al consumo, la prestación de servicios a personas físicas o morales y la edad del trabajador (Ibíd).

El aporte al ingreso familiar

La gran mayoría de las niñas y los niños trabajadores se ven obligados a aportar una ayuda a la economía familiar, asumiendo en esta forma responsabilidades que deberían de ser cubiertas en su totalidad por el salario del jefe de familia a la que pertenece, pero también el trabajo infantil puede servir como amortiguador en las reducciones repentinas del ingreso paterno (Robles. 2004:19).

En la Ciudad de México, presumiblemente, los menores provienen de familias pobres que no obtienen ingresos suficientes para que subsista una familia. Luego entonces una de las principales causas del trabajo infantil es la pobreza, (Staelens.1991:69) pobreza que no consiste sólo en bajos ingresos, sino que, además, ofrece numerosos aspectos no mesurables que conjuntamente conspiran para hacer que los niños de las familias pobres corran en general un mayor riesgo de ser absorbidos por el trabajo infantil(VIII).

Una mirada…

La ocupación del menor “diablero” o cargador es un trabajo subordinado no retribuido que facilita la explotación, porque no existe una relación laboral de quien los contrate; además, las actividades que desempeñan son nocivas para el desarrollo físico y mental por el gran esfuerzo físico y la alteración de las posturas, que ejercen por movilizar grandes cargas de mercancías, ¿y son ellos tan necesarios para movilizar tantos productos? Es evidente que los turnos que laboran traen grandes riesgos para su integridad física y moral.

En este oficio hallamos principalmente varones en dos rangos de edad: de 10 a 13 años y de 14 a 18 años. Por tanto, son niños-adolescentes que experimentan los cambios fisiológicos y mentales de la pubertad; que se verán afectados al emplearse como cargadores o “diableros” y estar mal alimentados.  La mayoría  (56%) proceden del interior de la República y el resto (44%) son de la Ciudad de México.

…otra…

Hemos confirmado que las niñas y los niños que trabajan en la calle en el comercio ambulante se distribuyen de acuerdo con una lógica de mercado que les ha permitido subsistir aprovechando los beneficios de la economía informal, o sea, que se encuentran en sitios de alto movimiento comercial o en las principales zonas de concentración humana. Los hallamos en las avenidas y cruceros viales; centros de abasto; instalaciones deportivas y estadios; corredores comerciales; mercados y tianguis; monumentos; plazas cívicas; parques y jardines; sitios de espectáculos; terminales de transporte; zonas turísticas; estacionamientos; hospitales; y líneas del sistema de transporte colectivo metro.

Un 50% de estos niños vendedores son originarios de la Ciudad de México y el otro 50% pertenecen  algún estado de la República mexicana. Un 84% son niños y el 16% niñas, mismas que experimentan cierto nivel de discriminación en el mercado de  trabajo  callejero, que representa mayor un mayor riesgo, en comparación de los niños. Una vez en la calle, a estos niñas y niños vendedores ambulantes se les presentan otro tipo de riesgos: las agresiones, el maltrato, las extorsiones por parte de las autoridades,  la  competencia con los adultos vendedores, entre otros; todo ello, aunado a los altos índices de contaminación, al estrés, etcétera.   

El abastecimiento de los productos (como dulces, chicles, flores y frutas) que pueden detectar beneficios, también va de la mano con ciertas formas de  explotación cuando el producto ha sido proporcionado por algún empleador, por un líder, o por los propios padres.

…y una más

Las actividades que realizan los niños y las niñas “pequeños locatarios” o como “ayudantes” en los mercados públicos en la Ciudad de México presentan algunas  diferencias significativas de acuerdo con su sexo; así, los niños en su mayoría son ayudantes en el puesto de venta, cargadores (de costales de semillas, frutas, cajas, huacales de fruta) o carretilleros, entre otras tareas asociadas a papeles tradicionales masculinos donde se requiere de una mayor fuerza física. En cambio, las niñas en su mayoría son ayudantes de puestos de comida, limpia frutas, vendedoras de flores, barren y trapean, limpian y acomodan, entre otras actividades.

Las niñas y los niños de ambos sexos trabajan las 8 horas diarias, como si fueran trabajadores asalariados. En nuestro estudio hallamos 60% de niños y un 40% de niñas.

Los criterios que señala UNICEF para considerar que el trabajo infantil reviste condiciones de explotación son: a) trabajo a tiempo completo a una edad demasiado temprana; b) horario laboral prolongado; c) trabajo que produce tensiones indebidas de carácter físico, social o psicológico; d) remuneración inadecuada; e) demasiada responsabilidad; f) trabajo que obstaculiza el acceso a la educación; g) trabajo que socava la dignidad y la autoestima; h) trabajos que perjudican el pleno desarrollo social y psicológico.       

Política social sesgada

Ahora bien, respecto a la política social, que tiene que ver con el bienestar de las personas a través de la acción social, y tanto se considera un objeto de estudio de las ciencias sociales como un conjunto de prácticas, hay un enfoque convencional que   busca soluciones a los problemas sociales, como el desempleo, la pobreza o el trabajo infantil.

En su caso, las niñas y los niños que se desempeñan en el trabajo infantil son una muestra clara de una política social sesgada o mal dirigida, pero, sobre todo, son reflejo directo de lacerante situación social que enfrenta el país. Ocultos entre la cifras de la macroeconomía y en el último eslabón de los programas sociales están estos niñas y niños en condiciones de explotación laboral, sin que ninguna autoridad haga algo para ayudarlos o protegerlos.

Si en verdad queremos un mejor país, competitivo, con calidad de vida y mejores ciudadanos, como sociedad organizada debemos impulsar verdaderos cambios en la política social a favor de las nuevas generaciones.

Nota:

I. Se puede señalar que las altas tasas de participación en las actividades agrícolas, en su inmensa mayoría son niños 

Referencias:

I. Barreiro García, Norma. El Trabajo Infantil, un concepto de difícil consenso. UAM-UNICEF. México, 2001

II. Forastieri, Valentina. Los niños en el trabajo. Riesgos para la salud y la seguridad. OIT. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Madrid. 2003

III. Inzúa Canales, Víctor M. Diagnóstico del trabajo de los niños y adolescentes que se emplean como “diableros” o cargadores en mercados públicos del Distrito Federal: prácticas de explotación: 2008. Trabajo Mecanoescrito. ENTS-UNAM. México, 2008

IV. Robles Vásquez, Héctor. El Trabajo Infantil en México, 1984-2000.Universidad Nacional Autónoma de México. Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias. Cuernavaca, Morelos. México, 2004

V. Staelens, Patrick. (comp). La problemática del niño en México. Universidad Autónoma Metropolitana. UNICEF. OIT. COVAC. Centro de Derechos Humanos. México, 1991

VI. UNICEF. Trabajo Infantil. Informe. México, 1999

VII. Organización Internacional del Trabajo. (OIT). Conferencia Internacional del Trabajo. 90ª Reunión. 2002

VIII. www.ilo.org/wemosps/..versuspubl922314166sp.pdf

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