por Adela Cortina
Hace años quien deseaba mejorar la sociedad debía ingresar en un partido político. Seguía pesando aquella idea hegeliana de que el mundo político se preocupa por los intereses universales y brega desde la solidaridad, mientras que la sociedad civil es el reino de los intereses particulares, el ámbito del egoísmo. Esta división del trabajo carece de sentido, porque gran parte de la sociedad civil asume un esperanzador protagonismo en la construcción del bien común, que es urgente potenciar
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