por María José Atiénzar
De abajo arriba. Es una buena estrategia para diseñar las políticas que tienen que ver con lo social. Un foro de la sociedad civil, con más de 160 especialistas y representantes de organizaciones nacionales e internacionales que trabajan con personas mayores ha propuesto una serie de medidas para que en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Envejecimiento celebrada las tengan en cuenta.
Hasta hace unos años, en las familias convivían tres generaciones, abuelos, padres e hijos. Ahora se dan casos de hasta cinco generaciones. Nos enfrentamos a una revolución demográfica. Con un notable crecimiento de la esperanza media de vida, Europa es el país con más alto porcentaje de mayores. Por cada africano de más de 65 años, hay cinco europeos. Para el año 2050 el 35% de la población europea superará los 65 años y sólo en España, donde había siete millones de personas mayores en 1990, se prevé que serán 12 millones para el 2050. Las claves de una buena política para ancianos debe enmarcarse en tres ámbitos: reforzar el aprendizaje, mejorar los servicios sociales y potenciar las áreas que benefician a la salud.
La sociedad civil organizada reclama una mayor implicación de la comunidad con las personas mayores y más participación de éstas en las políticas que les afectan. Es necesario reconocer su gran contribución a la sociedad y también fomentar valores de respeto y diálogo intergeneracional desde la escuela y la familia. Ellos se quejan de ser considerados invisibles.
La mejora de la calidad de vida de los mayores debe acompañarse de una mayor participación democrática, un “empoderamiento” que les permita asumir la gestión de sus necesidades, tanto individual como colectivamente.
Uno de los retos es desterrar las etiquetas de la vejez. Luchar contra los estereotipos que la sociedad transmite al hablar de los mayores y también la necesidad de que los propios ancianos mejoren la percepción de sí mismos y su actitud ante la vida. La sociedad no siempre reconoce un papel activo a las personas mayores ni les brinda oportunidades de participación en la vida social, política y económica. Se envejece cuando se deja de tener proyectos. Dejar de trabajar no es desaparecer. Lo que hay que hacer es adaptarse a los nuevos tiempos.
Es preciso tener presente que las personas mayores constituyen un valioso capital humano. La vejez no debe ser valorada como un problema, sino como una oportunidad. No sólo debemos preguntarnos “qué podemos hacer por los mayores”, sino “qué pueden hacer los mayores por la sociedad”. Muchos de ellos desean y pueden comprometerse, como muestra la cantidad de voluntarios que son de edad avanzada.
En ciudades como Madrid, hay casi 140.000 ancianos que viven solos. La exclusión social también se produce entre los mayores, se dan casos de personas sin hogar y cada vez que las noticias nos dicen que otro anciano murió solo, es un grito callado que cubre nuestros tejados.
Según la Federación Internacional de Personas Mayores (FIAPA) uno de cada dos ancianos sufre episodios de malos tratos, bien sea de carácter psicológico o en ámbitos delictivos comunes como los robos, los engaños o los precios excesivos. Debemos ser capaces de crear espacios estables para el encuentro, potenciar los programas de voluntariado intergeneracional. Adaptar las ciudades y las viviendas para ser acogedoras y accesibles a los mayores. Y sobre todo, es precisa una mirada que contemple todas las edades como riqueza humana.
María José Atiénzar Periodista
Texto publicado con autorización del Centro de Colaboraciones Solidarias.
Texto publicado con autorización del Centro de Colaboraciones Solidarias