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¿Universidades? Entre la claudicación o la renovación

«En otro tiempo, […] había más lecciones y discusiones y más interés en las cosas del saber. Sin embargo, ahora […] las lecciones y discusiones se han hecho menos frecuentes en las Universidades; todo se hace apresuradamente, se aprende poco, y el tiempo necesario para el estudiante se malgasta en reuniones».

Puedes seguir al autor José Ojeda Bustamante: @ojedapepe

La anterior pareciera ser una cita que cualquier profesor en una universidad mexicana o del continente americano podría suscribir, sin embargo, tal descontento fue pronunciado por Philippus de Grevia, eminente canciller de la Universidad de París entre los años 1218 y 1236, hace más de 800 años.

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Y es que la Universidad, como institución occidental fundamental de nuestra historia enfrenta hoy nuevamente un desafío del cual saldrá diferente, so pena no de perecer, pero sí ver diezmado su área de influencia en un mundo cada vez más acelerado con una atomización de poderes como refería Moisés Naím en su famoso libro el Fin del poder, hace unos cuantos años.

De manera clara, si algo nos ha quedado claro durante el año 2021 es la complejidad del mundo hiperconectado, no solo digitalmente, en el que vivimos. La pandemia provocó que, de un día para otro, aquello que se daba por sentado e incluso se había banalizado, como, por ejemplo, la presencialidad, adquiriera un nivel muy superior en nuestra escala de valor.

A la par, avanzamos tan rápido en el conocimiento científico y la tecnología que apenas da tiempo para digerir el presente. Vivimos tiempos líquidos y porosos en los cuales los cimientos de nuestras instituciones occidentales crujen antes los nuevos vientos que corren, no necesariamente mejores que los anteriores, pero sí totalmente distintos.

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Y es que si lo nuevo no alcanza a nacer y lo viejo no termina de morir ¿Qué horizonte ha de guiar a la Universidad en pleno siglo XXI?

Justamente, desde la perspectiva educativa y al son de estos desafíos, La Revista Nature publicó un artículo el 1 de junio de 2020 titulado Universities will never be the same after the coronavirus crisis

Tesis que se mantiene vigente a casi dos años de una pandemia que ha cobrado la vida de poco más de 266 millones de casos y cerca de 5 millones de muertes.

El artículo afirmaba que la Pandemia conllevaría la transformación permanente de los centros de estudios superiores en clave no presencial y la reducción drástica de estudiantes internacionales.

A juicio de algunos analistas, las universidades ven amenazada su supervivencia en un contexto de recortes financieros y pérdida de alumnos, pero lo cierto es que las casas de estudios medievales sobrevivieron incluso a la peste negra o, mucho más cerca en el tiempo, a la gripe española de 1918 por tomar un referente un poco más presente en el imaginario colectivo.

¿Podría la Universidad casi desaparecer como territorio físico —las aulas, los campus, las facultades— para ser sustituida por campus virtuales? No es una idea descabellada, sin embargo, si algo ha demostrado la Pandemia del Covid-19 es lo vigente de la tesis de la teoría de los «lugares antropológicos» de Marc Augé, la cual que pone el acento sobre las relaciones humanas y las experiencias vitales en los espacios. Siendo de las experiencias más vitales en los jóvenes precisamente la socialización que se da en las instituciones universitarias.

Así, la Universidad ha venido a demostrar que vivencias y relaciones son características definitorias de la Universidad, que va mucho más allá de ser considerada una mera fábrica de títulos o un boletín de transmisión de ideas, sustituible por el «no lugar» de Internet.

Las Universidades como Institución tienen futuro, pero ello implica que redoblen su apuesta por la transformación social y también la generación de conocimiento en ambientes de libre expresión.

Una mezcla sana de pensamiento crítico, pero también de dejar de lado la comodidad de las aulas y de las investigaciones desde un escritorio, para salir a las calles y realmente generar conocimiento útil y pertinente.

Se requiere que los programas de investigación sean más sensibles al mundo en que vivimos; otra cartografía de la investigación educativa. Nuevos mapas de la investigación educativa que contemple a la sociedad como cuerpos y afectos, para que desde ahí se generen nuevas posibilidades de acción para la esperanza

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Concluyendo ¿Puede cambiar la Universidad? Por supuesto; si afirmamos que el gen clave del modelo universitario es su capacidad de innovación y su constante reinvención, desde la curiosidad y el cuestionamiento, aceptamos que cuenta con márgenes de versatilidad para adaptarse a las circunstancias y exigencias de su entorno, aunque también existan factores en contra.

Pese a ello, prefiero asumir un pesimismo esperanzado, porque la Universidad se compone en gran medida de jóvenes y la juventud lleva aparejada la esperanza y la construcción de alternativas, porque como dijera Salvador Allende en su famoso discurso en la Universidad de Guadalajara “hay jóvenes viejos y viejos jóvenes”; en este sentido es anclarnos en que las universidades se rejuvenecerán, responderán a la nueva época en que vivimos ¿Dejarán de vivir en esa comodidad caviar?.

Desde las antípodas veremos qué resulta de esta encrucijada que se abre hoy ante las universidades: renovación o claudicación de su compromiso con el conocimiento y la acción transformadora.

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