2023 inició con intensidad, sobreponiendo las urgencias con las agendas anuales, y si acaso, con el anticipo político de 2024. El problema no es la inevitable presencia de la inmediatez, sino la permanente postergación de las tareas con las que deberíamos prepararnos mejor para enfrentar los riesgos que nos afectarán, con toda o muy alta probabilidad, los siguientes años.
Escrito por: Enrique Provencio D.
Los temas emergentes no dan tregua, y muchos de ellos demandan genuinamente la atención pública, como el plagio de la Ministra y la descarada voltereta oficial para victimizar a la UNAM y eludir la responsabilidad de la plagiaria. Así ocurre con tantos otros asuntos que encadenan los apuros cotidianos con las prioridades de mayor alcance, como en el caso -que ya no es fortuito sino permanente- del insuficiente mantenimiento y los accidentes del Metro de la Ciudad de México.
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¿Cómo ocuparnos de las contingencias sin olvidar el horizonte de tantos riesgos que tenemos que afrontar? Como la pregunta es muy vasta, solo abordaré una pista: tener presente o actualizar nuestro mapa de riesgos, actuales y a plazos más largos. Parece algo obvio, pero si nos preguntamos cuáles son los problemas o procesos que más nos deben ocupar, no solo después sino desde ahora, lo más probable es que no tengamos una respuesta más o menos compartida, sobre todo si se trata de jerarquizarlos, conocerlos mejor, ver como se interrelacionan y de identificar las posibles consecuencias de no atenderlos.
No es una tarea sencilla, pues ese mapa es muy voluble. La pandemia del COVID no estaba en el escenario a fines de 2019, salvo en el mundo de la epidemiología, o más bien en una parte de el. Luego, a principios de 2022, la invasión a Ucrania alteró de golpe las relaciones geopolíticas y las confrontaciones económicas, aceleró la inflación y colocó al costo de la vida como una de las preocupaciones más altas para 2023, aunque se espera que el incremento de precios ya esté en descenso.
Además de que tal mapa es cambiante, hay tantas relaciones sistémicas entre unos y otros riesgos, que las primeras impresiones son de pasmo, de confusión, como invitando a ocuparse solo del aquí y ahora, que de por sí ya es tan complejo y desbordante. Pues bien, de lo que se debería tratar es de dar la cara a nuestras urgencias en línea con las correcciones e innovaciones que suponen los riesgos de los próximos años.
Recomiendo asomarse al Reporte Global de Riesgos 2023 que acaba de lanzar el Foro Económico Mundial https://bit.ly/3WjulcV . Es una de tantas visiones que están a mano y que, con todo y sus limitantes, ayuda a estimular la reflexión a la que me refiero. Es una perspectiva muy agregada, cierto, y además con sesgos notorios hacia la opinión grupal de los ejecutivos europeos, pero que a lo largo de 18 ediciones tiene ya consistencia y ha ganado su lugar en el tema.
En el periodo en que se ha publicado, el reporte consigna un cambio notable: en sus inicios los riesgos más relevantes para la siguiente década, tanto en su impacto estimado como en su probabilidad de ocurrencia, estaban más cargados hacia cuestiones económicas o tecnológicas, y progresivamente viraron hacia los ambientales y sociales. En la versión más reciente del reporte, de hecho, seis de los diez riesgos principales tienen relación con mitigación y adaptación al cambio climático, biodiversidad, desastres, recursos naturales y otros relacionados con la crisis ecológica. Otros dos son las migraciones involuntarias de gran escala y la erosión de la cohesión social con el aumento de la polarización, y los restantes son el ciber crimen y la confrontación geopolítica.
El informe trabaja con 32 riesgos agrupados en las siguientes cinco grandes áreas: económica, social, ambiental, tecnológica y geopolítica, y explora las interdependencias entre ellas según su severidad, magnitud estimada de influencia y plazo de ocurrencia. Entre tantas observaciones posibles, ya una que destaca: hay cambios emergentes que ogligan a cambiar las prioridades, como ocurrió en 2020 y 2021 con la pandemia, o en 2022 con la inflación y las interrupciones en las cadenas de suminstros, y al mismo tiempo hay procesos de largo alcance que están operando como el telón de fondo del cambio de largo plazo, como las migraciones, el cambio ambiental global, las tensiones geopolíticas y la disrupción digital.
¿Cómo cambian los mapas de riesgos por regiones y países?, ¿cómo se vislumbra la capacidad para anticiparlos, afrontarlos y gestionarlos? En la siguiente entrega para México Social abordaré estas y otras preguntas.
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