Con mucho retraso y con enormes resistencias, en México está en curso uno de esos cambios básicos que con el tiempo, cuando ocurren, se ven como obvios y entonces nos preguntamos cómo es que nos tardamos tanto en aceptarlos. Bueno, al menos está formulada la propuesta legislativa en el Senado, en espera de dictamen. Se trata de la ampliación de las vacaciones laborales pagadas.
Escrito por: Enrique Provencio D.
Para que este cambio ocurra hay que reconocer al menos cuatro realidades: primera, que el descanso y las vacaciones no son un lujo, son un derecho; segunda, que el estrés laboral no es una debilidad o falla personal y ocasional, es un padecimiento reconocido; tercero, que desde el punto de vista económico no es deseable que las personas pasen la vida sin despegarse de sus trabajos, que con mucha frecuencia tienen, además, largas jornadas en condiciones de presión extrema y de otras marcas de precariedad; y cuarto, y en consecuencia, que la presión laboral y la fatiga juegan contra el bienestar, el individual, familiar y colectivo.
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Como en tantos otros aspectos, lo que tenemos enfrente es la segmentación de dos realidades, que a veces se mezclan pero que pueden distinguirse bien: una para quienes laboran en el sector formal, otra para el informal. Quien empieza a trabajar formalmente, podrá tener seis días de vacaciones pagadas luego del primer año de servicios, y después de cuatro años más podrá llegar a 12 días de vacaciones, aunque no necesariamente las podrá tomar corridas. Quien lo haga en la informalidad, ni siquiera eso tendrá garantizado. Es la desigualdad en el descanso, de la que se habla muy poco, por cierto.
Lo que busca la iniciativa, presentada por la Senadora Patricia Mercado https://bit.ly/3M8NE3U , es que desde el primer año laborado se puedan tener 12 días de descanso pagado (el doble que ahora) y que se puedan disfrutar de forma continua, y que para el quinto año ya se tengan 20 días de vacaciones. A partir del sexto año, estas aumentarían dos días adicionales cada quinquenio, lo que significaría que, por ejemplo, alguien que lleva 21 años trabajando podría tener 26 días de vacaciones remuneradas.
Esta iniciativa de reformas a la Ley General del Trabajo, en sus artículos 76 y 78, merece todo el apoyo. Su exposición de motivos recoge argumentos indiscutibles: reconoce el descanso como un elemento del trabajo digno, como requisito para una vida de mayor calidad y como paso clave para mejorar el bienestar social. También hace ver que la productividad no se ve mermada por tener más vacaciones, sino que, al contrario, mejora.
Puede parecer contra intuitivo, pero más bien es de sentido común. Trabajar más horas al año no significa ni mayor productividad ni mayor producción por persona, como se ve con claridad en las estadísticas comparadas, por ejemplo las de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) https://bit.ly/3xqoAkT . El total de horas efectivamente trabajadas en México supera en 23 por ciento al promedio de la OCDE, pero la productividad media o el producto por hora trabajada son de los más bajos.
Los cambios que trajo la pandemia hicieron más evidentes las grandes brechas entre los trabajos y las condiciones laborales. Hace dos, en la primavera de 2020 y en los primeros meses de la pandemia, de habló mucho de los trabajadores esenciales, lo que tuvieron que seguir saliendo día a día a sus actividades, de las que dependía el flujo de servicios básicos y que no podían laborar a distancia. La solidaridad inmediata hizo que en la agenda de reformas para después de la pandemia se incluyeran mejores condiciones para ellos.
Como ocurrió con tantas otras intenciones que brotaron en los meses iniciales de la pandemia, estamos olvidando que la mejora de las condiciones laborales y el aprovechamiento más adecuado del tiempo requieren acuerdos y reformas de gran alcance.
En la cuestión laboral hay muchos aspectos que requieren mejoras, comenzando por la política de ingresos y la seguridad social, pero este de ampliar las vacaciones desde el primer año trabajado no es secundario. Si son un derecho, si la falta de descanso genera padecimientos, si tener más días libres mejora la productividad y si contribuyen al bienestar, ¿cómo es que somos de las sociedades que menos vacaciones garantizan en su legislación laboral?
Hay varias respuestas, pero una de ellas puede ser muy simple: hemos discutido muy poco el tema de manera pública, no lo hemos incorporado como parte de un sistema de bienestar, no registramos que para una parte de la sociedad las vacaciones ni siquiera existen y que la desigualdad en el descanso es invisible. Descansar bien no debería ser un lujo ni una excentricidad, debe ser un derecho plenamente reconocido.
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