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Votar en la Revocación

Cuando los países de Europa del este fueron liberándose de los totalitarismos, una encuestadora norteamericana preguntó cuál era la característica o acto que se consideraba que hacía a los entrevistados en realidad ciudadanos de una democracia. Hubo dos respuestas siempre a la cabeza: votar y pagar impuestos. En el primer caso, que siempre fue mayoritario, los entrevistados mostraban orgullosos su credencial electoral o su pulgar manchado por el líquido indeleble.

Escrito por: Sergio González Muñoz

Churchill forjó una de las mejores caracterizaciones de la democracia: “…es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las otras formas que se han intentado”. Por su parte, José Woldenberg, afirmó que “votar es la punta de un iceberg civilizatorio que supone la existencia de corrientes político-ideológicas organizadas (partidos), que expresan la diversidad existente en la sociedad, que han encontrado un método participativo y pacífico para nombrar gobiernos y órganos legislativos, lo cual coadyuva a la coexistencia de la pluralidad.” Octavio Paz, premio nobel de Literatura en 1990, dijo: “una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos.”  

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A sólo unas horas de la primera jornada cívica de Revocación de Mandato (RM) presidencial de la historia de México, acompáñeme en estas reflexiones, que vendrán a cuento en la fila para votar en su casilla y ya frente a las boletas y urnas el domingo que viene.

Votar es un derecho político electoral y un privilegio ciudadano que no debemos menospreciar. Es la meridiana expresión del avance de la humanidad que designa o remueve a sus gobernantes por un método convenido en la ley.

Es el triunfo inmarcesible del método pacífico de la toma de decisiones políticas fundamentales en las democracias constitucionales verdaderas. Es una conquista que significó diversos sacrificios, inclusive de vidas humanas, a lo largo de la historia de México.

Por décadas enteras escuchamos o expresamos los malestares que aquejaron a nuestros comicios por no ser libres ni auténticos. Ahora que lo son, gracias al INE y a la propia ciudadanía que los vigila, no desperdiciemos la oportunidad, ni desoigamos el mandato de ser leales con la Constitución y de hacer funcionar la maquinaria democrática.

Votar o participar en la RM es una muestra palmaria de la dignidad humana en libertad: libertad política, de pensamiento y de expresión. Se trata, en resumen, del instante político por antonomasia y sublime por necesidad, en el que los ciudadanos y las ciudadanas nos transformamos en mandantes y con un crayón, en una boleta de colores, dibujamos el país que queremos o pedimos el que necesitamos.

Es ese grito social que le recuerda a la clase política entera que “gobernar es mandar obedeciendo” y que “Nosotros que somos tanto como Vos, pero que juntos somos más que Vos”.

Aquí que gozamos de la franquicia del sufragio sin cortapisa alguna, mediante el que inclusive hemos asistido a la alternancia en la Presidencia y al recambio de unas mayorías parlamentarias hegemónicas por otras, apreciemos lo que tenemos.

Votar es necesario y obligado en un régimen republicano de libertades. Sólo mediante el expediente electoral, vigilado, eficiente, organizado e independiente, como lo es el mexicano gracias al INE, se renuevan en orden las instituciones.

En todos los sentidos, lugares y épocas, votar es siempre mejor que abstenerse. Esa es la verdadera inteligencia política. Quien a pesar de todo esto no vota, vota en blanco o anula, en realidad cede, concede y retrocede. A unas horas del momento culmen de la democracia mexicana, considere salir este domingo a mancharse el pulgar de sepia y véala en acción y en concreto. Yo lo haré. Es un espectáculo formidable que nadie debería perderse, y en el que todas y todos, deberíamos participar. Y es que no debemos soslayar que los problemas de la democracia se arreglan con más democracia, y no con menos y que lo peor de la democracia, es lo bien que funciona. Nos vemos en las urnas.

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