Quienes nacieron en los primeros meses del año 2000 tendrán el derecho y la responsabilidad de votar por primera vez en la elección del próximo mes de julio. De acuerdo con el Inegi, en ese año nacieron 2.79 millones de niñas y niños. Sin embargo, de acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, en la Lista Nominal de Electores, con un corte al 2 de febrero de este 2018, se tiene registro de 1.87 millones de personas de 18 años, y de 2.038 millones de 19 años
Para esta generación el siglo XX es desconocido. Sus referencias a la Guerra Fría, a la caída del Muro de Berlín, a la “década perdida”, a la “transición democrática”, provienen de testimonios familiares o del estudio de la historia reciente a través de lecciones escolares.
El tema es relevante porque, incluso, el más joven de los candidatos en la contienda, ha pasado más años de su vida en el siglo XX que en el XXI. ¿Cómo se van a comunicar con los electores más jóvenes? Pensando, por ejemplo, en quienes tienen entre 20 y 25 años de edad (10.9 millones de electores), quienes nacieron entre 1995 y el año 2000.
Este grupo de votantes nació en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero también ha enfrentado, de un modo u otro, las dos peores crisis económicas en la última centuria: la de 1995 y la del 2008. Para estos grupos de población no sólo ha habido una década perdida; han vivido en un entorno económico de estancamiento secular, en el cual se tiene un promedio de 2.1% de crecimiento anual del Producto Interno Bruto.
Esta generación nació y creció en un contexto de alternancia política y con instituciones nuevas por todos lados: para ellos la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el propio Instituto Nacional Electoral, El Inai, el Coneval, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, un Congreso que, como sea, tiene una representación plural, y una Suprema Corte de Justicia de la Nación con un papel que nunca tuvo en el siglo XX, forman parte del paisaje institucional cotidiano.
Más aún, esta generación es beneficiaria de lo que los juristas han denominado como un nuevo paradigma constitucional y está protegida por un orden jurídico sustentado en el paradigma de los derechos humanos, el cual sustituyó, a partir del 2011, al de las garantías individuales.
Para esta generación los medios impresos son parte de una realidad difusa y que se diluye cada vez mayor con velocidad. No leen revistas; escuchan mayoritariamente, a decir de YouTube, reguetón, banda y pop. Les interesan las imágenes en Instagram, y la mayor parte de sus interacciones sociales se da en los contextos escolares, en espacios públicos (bailes, antros, parques públicos, etc.) y en una medida importante, a través de las redes sociales electrónicas.
Poco más de la mitad de esta generación ha vivido en pobreza toda su vida: el 40% de ellos no concluyó la preparatoria; y únicamente tres va a encontrar un espacio en la educación superior.
Hoy enfrentan la peor crisis de seguridad pública de los últimos 20 años, y conocen un panorama político marcado por el escándalo y por una grosera y ofensiva corrupción.
¿Qué significa la idea de un cambio para esta generación? ¿Qué significa la idea de la continuidad? En el contexto descrito, ¿cómo convencerlos de que la democracia es la mejor forma de vida posible y cómo convencerlos de que es en democracia como podemos construir un mejor país?
Lo que hemos visto en las precampañas no tiene nada que ver con esta realidad. Y al parecer no se ha comprendido que están obligados a generar propuestas intergeneracionales, porque su responsabilidad es contribuir a construir un país apropiado para todas las edades.
Entre los 18 y los 25 años de edad hay casi 15 millones de electores. Y para ellos, el mensaje es, prácticamente, nulo: un total despropósito para nuestra frágil democracia.
@MarioLFuentes1 Barack Obama presentó su último “discurso a la nación” el pasado marte