Hace exactamente dos años el mundo escuchaba por primera vez que en Wuhan China había un brote inusual de un tipo específico de gripa que alertó a las autoridades sanitarias. Tal vez la lejanía, tal vez que no era la primera de su tipo, tal vez por eso en los primeros días en medios de comunicación no se le prestó mucha atención.
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Pero pronto las noticias relataban que el gobierno chino decretaba a los once millones de habitantes de Wuhan en cuarentena, pronto también la OMS le puso nombre: SARS-CoV-2, y le denominó primero epidemia y semanas después pandemia. Y desde ese momento nuestras relaciones sociales, laborales, educativas, usos y costumbres se han visto alteradas.
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Sin lugar a dudas cuando se hicieron los primeros cierres, se dieron las primeras declaraciones, se tomaron las primeras medidas, el clima entre gobernantes y gobernados era de duda. La incertidumbre y la desconfianza se volvieron las monedas de cambio en la vida cotidiana, y estas nos han acompañado durante este tránsito.
Estos dos años han permitido comprender la fragilidad de la especie ante eventos para los que no estamos preparados. Por ello mismo cobra relevancia la labor de la ciencia, que ante una época marcada por el anti intelectualismo y la desconfianza desarrolló avances significativos en distintas áreas: se obtuvo su secuencia genómica y se elaboraron medicamentos y vacunas capaces de hacerle frente. También, se ha investigado el impacto diferenciado de la pandemia a partir de variables como el género, el nivel socioeconómico, la situación geográfica por mencionar algunas, que han mostrado una vez más que en el mundo hay muchos mundos y que, a pesar de las proclamas liberales, desgraciadamente no todos somos iguales y no todos tenemos derecho a los mismos derechos.
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Al mismo tiempo, estos dos años nos han mostrado las distintas caras de los Estados que haciendo frente a un problema universal tomaron distintos derroteros: hubo aquellos que se apresuraron en restringir libertades y bajo la idea de emergencia concentraron el poder en el dirigente en turno; otros que posicionaron la libertad de elección de los ciudadanos por encima de la salud pública; otros más que no sólo descreyeron de la gravedad de la situación, sino que propagaron información falsa.
Pero la solución no es sencilla, los gobiernos del mundo no se encontraban preparados, posiblemente consideraban que sería una situación que no les tocaría sortear, por lo mismo se vio la improvisación y la resolución conforme se presentaba la emergencia.
Estos dos años nos deben posicionar ya para pensar hacia donde debemos cambiar, que temas son en los que Estados y gobiernos deben trabajar. La ciencia ha hecho y sigue haciendo su parte, ha brindado información valiosa para hacer frente a la pandemia, para mejorar las condiciones de todos en caso de que un fenómeno de esta naturaleza se repita.
El escenario está puesto, dos años nos han servido para reflexionar en cuestiones de avanzada y que hoy son fundamentales como la brecha digital y el derecho a la privacidad, así como las inequidades que persisten en pleno 2020.
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Si bien la pandemia no ha concluido y ahora muestra nuevas caras, debemos mirar atrás, ver el trayecto y pensar hacia a dónde debemos dirigirnos como sociedad y estar cada vez más preparados para este tipo de eventos. Pensar entre todos, actuar entre todos, pues no hay nada más peligroso y se ha visto en esta época, que considerar que una voz y un discurso es el que nos debe indicar el camino.
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