El Xoloitzcuintle es mucho más que una mascota; es un símbolo vivo de la historia y la identidad de México. Esta antigua raza de perro, conocida también como “Xolo”, ha acompañado a los pueblos mesoamericanos durante miles de años. Con su cuerpo desnudo y apariencia elegante, este canino no solo destaca por su belleza única, sino también por su profunda conexión con las tradiciones y el patrimonio cultural del país.
México Social / Redacción
El Xoloitzcuintle es un perro de piel lisa y sin pelo, aunque existe una versión con pelaje. Tiene una figura atlética y delgada, con orejas puntiagudas que le dan un aire vigilante y distinguido. La raza se clasifica en tres tamaños: estándar, mediano y miniatura, lo que lo hace versátil para diferentes tipos de hogares. Se cree que su ausencia de pelo le da propiedades hipoalergénicas y que su cuerpo cálido ha sido apreciado desde tiempos prehispánicos para aliviar dolores musculares.
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El Xoloitzcuintle tiene una historia que se remonta al menos 3,000 años, pues se han encontrado representaciones suyas en cerámicas de las culturas tolteca, maya y mexica. En la cosmovisión mexica, se creía que este perro guiaba las almas de los difuntos hacia el Mictlán, el inframundo. Por eso, era común que los enterraran junto a sus dueños para acompañarlos en su viaje espiritual.
Desde el punto de vista ecológico, el Xoloitzcuintle ha sobrevivido gracias a su adaptación a diversos climas y a la relación simbiótica que ha desarrollado con los seres humanos. Su historia también refleja los cambios en las dinámicas entre las especies y su entorno, convirtiéndolo en una especie clave para comprender la domesticación animal en América.
Si bien el Xoloitzcuintle no es una especie salvaje, su presencia está profundamente vinculada a estados como Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Veracruz y la Ciudad de México. Lugares como Xochimilco han jugado un papel fundamental en la preservación de la raza. El interés reciente en el Xoloitzcuintle también ha impulsado programas de cría y rescate en diversos puntos del país.
Durante el periodo colonial, la población de Xolos disminuyó drásticamente, ya que fueron perseguidos y asociados con supersticiones. A mediados del siglo XX, la raza estuvo al borde de la extinción. Gracias a los esfuerzos de conservación, el Xoloitzcuintle fue reconocido oficialmente por la Federación Canófila Internacional en 1956, y desde entonces, su población ha ido recuperándose, aunque todavía es considerada una raza vulnerable.
A pesar de los avances, es crucial fomentar su conservación a través de programas de cría responsables y evitar la comercialización ilegal. Además, la difusión de su valor cultural y su incorporación en eventos como desfiles y festivales han ayudado a revitalizar el interés por esta raza.
El Xoloitzcuintle es mucho más que un perro; es un vínculo entre el pasado y el presente, un símbolo de identidad y tradición. Su supervivencia es un reflejo de la riqueza cultural de México y un recordatorio de la importancia de conservar nuestras raíces. Cuidar al Xoloitzcuintle no es solo una cuestión de conservación animal, sino también un acto de preservación del patrimonio cultural.
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