Wittgenstein sostenía que escribir es, de algún modo, como pintar con palabras. Si esto es así, valdría pensar que Raúl Zurita es a la poesía contemporánea lo que de algún modo fue Jackson Pollock para la pintura.
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Esto es así porque el proyecto poético de Zurita implica una renovación total, en el sentido más amplio del término, de lo que se entiende por el discurso y la forma poética.
Sostenía Miguel de Unamuno, en El sentimiento trágico de la vida, que el ser humano se encuentra obligado a no pensar sólo con el cerebro, pues, al hacerlo así, limita su capacidad sensorial de percibir y recrear al mundo. Por ello, Unamuno invitaba a pensar con todo el ser, desde las neuronas hasta la médula. Desde el estómago hasta el último centímetro de la piel.
No es exagerado sostener que el ejercicio poético que desarrolló Raúl Zurita se ubica precisamente en esa tesitura: la poesía que construye tiene toda la energía vital del autor, lo que la hace única, pues esa intensidad existenciaria la lleva hasta sus últimas consecuencias en la forma, estilo, y en la propuesta de captación y reconstrucción del signo, los significados y los referentes de los significados.
El intento de Zurita de cegarse a sí mismo con ácido muriático lleva a pensar en una cuestión mayor: ¿hasta dónde la poesía es parte misma de la piel y los sentidos del autor? ¿Hasta dónde el lenguaje es una “exterioridad” de la capacidad expresiva del ser mismo que le habita -al lenguaje-, y del cual, en una propuesta poética como la del autor chileno, debe liberarse implosionando y expulsando auténticas masas de energía vital.
Hay un descentramiento del lenguaje poético de este escritor respecto de sus referentes “tradicionales”. Zurita buscó pintar con palabras el cielo y en su idea de reescribir la Divina Comedia de Dante[1] se cifra su idea de mundo y de vida sobre el mundo. Se trata no solo de un proyecto literario, sino de mostrar el carácter infernal de la existencia que discurre montada a caballo sobre un discurso histórico avasallador disfrazado de progreso.
En Zurita hay una crítica profunda a la política, pero no sólo en tanto posición ideológica. La cuestión poética que está detrás de su visión de lo político se ubica en un plano, valdría decir, histórico-ontológico. Su poesía es de avanzada estética, pero también “avanzada para una contra-historia”, en tanto narrativa de la destrucción y la muerte, ante la cual el poeta busca denodadamente ofrecer hasta el cuerpo como espacio y superficie sobre la que es preciso escribir.
En uno de sus poemas de la colección Inri, se encuentra la siguiente estrofa:
“Un país de desaparecidos naufraga en el desierto. La
proa de los paisajes muertos naufraga hundiéndose
como la noche en las piedras. El sol ilumina abajo una
mancha negra en el medio del día. En la distancia
parecería una sola mancha, pero es un barco
sepultándose a pleno sol con su noche en los
pedregales del desierto. Si ellos callan las piedras
hablarán.
¿Quiénes son esos ellos que callan? Se trata de una cuestión que Zurita nos oculta, no para simular la crítica a los poderosos y sus cómplices, sino para ampliar el referente, que es una de las preocupaciones centrales de su poética: la de cómo extender al máximo la posibilidad abarcadora del lenguaje y la palabra para desnudar y mostrar, para presentar ante los ojos, que él mismo quiere arrancarse, porque han querido dejar de ver lo que se les presenta de frente.
El barco que naufraga en las piedras del desierto no es el país aludido. Ese barco es el de la historia occidental misma, que se sintetiza y que se concreta en cada evento violento y feroz que se desarrolla bajo el argumento, tan pueril como salvaje, de la necesidad de la razón de Estado.
La poesía chilena de la segunda mitad del siglo XX construyó desde Mistral, Huidobro y Rojas, Zurita y Neruda, una visión de mundo insustituible para comprender cómo la historia se decantó y derivó en tragedia en nuestro continente. Una tierra conquistada, abierta y plena de vida y riqueza, pero sometida a una lógica destructora como el ángel de la historia de Klee, citado por Walter Benjamin en uno de sus textos.
Ese torbellino que todo lo arrasa y que todo destruye a su paso es el discurrir de una forma de estar en el mundo. Poéticamente es comprendido, pero al mismo tiempo criticado y rechazado. De esta forma, en su Canto General, Neruda escribió el poema, “Minerales”, en el que se pueden leer los siguientes versos:
“En la dulzura chibcha el oro
sale de opacos oratorios
lentamente hacia los guerreros,
se convierte en rojos estambres,
en corazones laminados,
en fosforescencia terrestre,
en dentadura fabulosa.
Yo duermo entonces con el sueño
de una semilla, de una larva,
y las escalas de Querétaro
bajo contigo.
Los metales, riqueza maldita que se transfigura en forma etérea; en “rojos estambres” con los que se tejen las urdimbres del poder y la ambición depredadora que se posa sobre un continente devastado, orillado a la pobreza y las desigualdades más atroces, si hemos de hacer caso a la descripción que de México y América Latina habría hecho desde el siglo XVIII el Barón de Von Humboldt.
Hay un plano común que se encuentra en Zurita y Neruda: la apuesta por la memoria. La poesía como receptora y, al mismo tiempo, como casa de la presencia y testimonio contra la violencia y la barbarie de los dictadores, de los políticos que hacen de la vida un infierno y de la lógica de la furia -como lo habrían expresado Adorno y Horkheimer[2]-, como razón organizadora del mundo.
Esta memoria y esta conciencia crítica, si puede llamársele de esta manera, se expresa en Zurita en el Canto a su amor desaparecido; propuesta poética en la que se lee:
“Fue el tormento, los golpes y en pedazos
nos rompimos. Yo alcancé a
oírte pero la luz se iba.
Te busqué entre los destrozados,
hablé contigo. Tus restos me miraron
y yo te abracé. Todo acabó.
No queda nada. Pero muerta
te amo y nos amamos, aunque
esto nadie pueda entenderlo”.
La incomprensión no es, aquí, respecto del amor que sienten la persona muerta y la que queda viva; lo que nadie puede entender, si se pone atención a lo que está detrás de la obra de Zurita, es cómo pudo llegarse a tal nivel de barbarie, que la desaparición, la aniquilación de la vida y de la esperanza puede ocurrir, tan a menudo y en tantas partes, que lo único que queda es el amor a los desaparecidos, y de éstos, aún en la ausencia, por los que quedan, inundados de soledades, y atestiguando cómo el desierto inunda a la tierra.
Esto se lee con toda claridad en otro de los versos del canto a su amor desaparecido de Zurita:
“Ay amor, quebrados caímos y en la caída
lloré mirándote. Fue golpe tras golpe,
pero los últimos ya no eran necesarios.
Apenas un poco nos arrastramos entre
los cuerpos derrumbados para quedar
juntos, para quedar uno al lado del otro.
No es duro ni la soledad. Nada ha sucedido
y mi sueño se levanta y cae como
siempre. Como los días. Como la noche. Todo
mi amor está aquí y se ha quedado:
-Pegado a las rocas al mar y a las montañas
-Pegado, pegado a las rocas, al mar y a las montañas.
El recurso de la repetición y la forma en que está presentado muestra la potencia renovadora de la poesía de Zurita; pues esta construcción refuerza la sensación de la angustia y la fortaleza de la resistencia, que es una de las formas en que la poesía se construye para releer la historia, la de los golpes; la de lo innecesario de los últimos golpes que revelan, en este lenguaje poético, lo que en otra parte Phillipe Nemo llamaría el exceso del mal[3]. Frente a ello, la historia puede aún salvarnos, la esperanza de algún modo permanece; Neruda lo dice magistralmente en el Canto XII de la segunda parte de su Canto General:
“Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado”.
La poesía, en Zurita y Neruda, es crítica, es presencia y es reclamo ante la pretensión de olvido, y ante la obsesiva tendencia de los poderosos, de escribir, a su modo, la historia y la vida de las personas.
Bibliografía:
Carrasco, Muñoz, Iván, “El proyecto poético de Raúl Zurita”, recurso disponible en internet: http://www.cervantesvirtual.com/portales/raul_zurita/obra-visor/el-proyecto-poetico-de-raul-zurita/html/13553b2b-588d-4c88-acea-787f18c8676a_2.html#I_0_
Fischer, Marie Louise, ¿Qué puede decir la poesía sobre la memoria de la violencia política?: INRI de Raúl Zurita?”, Recurso disponible en internet: http://www.cervantesvirtual.com/portales/raul_zurita/obra-visor/que-puede-decir-la-poesia-sobre-la-memoria-de-la-violencia-politica-b–inri-de-raul-zurita–what-can-poetry-say-about-remembrance-of-political-violence-the-analysis-of-inri-by-raul-zurita/html/1226da16-4e93-47f6-a791-abecdd892a37_4.html#I_0_
Neruda, Pablo, Canto general, Fondo de Cultura Económica, México, 2000.
Saínz de Medrano, Luis, “Avatares de una poesía sin pureza. La racionalidad en la obra de Neruda.”, recurso disponible en internet: http://www.cervantesvirtual.com/obra/avatares-de-una-poesa-sin-pureza-la-racionalidad-en-la-obra-de-neruda-0/
Zurita,
Raúl, INRI, selección de poemas; recurso disponible en internet, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/inri-seleccion-de-poemas/html/dca873d4-2dc6-11e2-b417-000475f5bda5_2.html
[1] Carrasco, Muñoz, Iván, “El proyecto poético de Raúl Zurita”; recurso disponible en internet en el siguiente enlace: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-proyecto-poetico-de-raul-zurita/html/13553b2b-588d-4c88-acea-787f18c8676a_2.html, consultado el 13 de enero del 2020.
[2] Así lo hacen en la introducción a la Dialéctica de la Ilustración.
[3] Véase: Nemo, Phillipe, Job y el exceso del mal, ediciones Kaparrós, España, 2009.
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lo acabo de leer, muchas gracias, rz
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